CRíTICA cine
«Tres días con la familia»
Mikel INSAUSTI
Hay una opinión extendida en cuanto a que «Tres dies amb la família» es una obra afrancesada en la vertiente más actual del término, porque Mar Coll sigue los pasos de los cineastas del otro lado de la muga que se interesan vivamente por el estado de cosas dentro de la institución familiar. La propia realizadora debutante da muchas pistas al respecto, al situar a su protagonista como una joven que cursa estudios en Toulouse y que regresa a la vida provinciana de Girona con una actitud similar a la de los exiliados. Allí va a chocar, sobre todo desde la perspectiva generacional, con el resto de miembros de su familia de la alta burguesía catalana. A tal efecto, la muerte del patriarca no puede resultar más explícita, pues como nieta del difunto se siente muy alejada del tipo de decisiones que toman los mayores, en este caso los cuatro herederos, y entre los que se encuentra su padre, que sigue, como su otro hermano, los dictados del primogénito, mientras que la chica hace de voz discordante con la publicación de una novela sobre los trapos sucios de los Vich i Carbó.
Es difícil enjuiciar «Tres dies amb la familia» por culpa de una versión doblada al castellano que vuelve forzadas las expresiones de los intérpretes, que han rodado originalmente en su idioma materno una historia con personajes muy catalanes, con excepción de la actriz francesa Philippine Leroy-Beaulieu, que borda el papel de la «ex» alcoholizada de uno de los Vich i Carbó, el encarnado por Eduard Fernández. Aún así, me consta que hay un naturalista trabajo coral de verdadero mérito, mediante el cual grandes actores teatrales como Ramón Fontserè se despojan de posibles artificios escénicos para comportarse de acuerdo con las situaciones reales y creíbles que protagonizan. Hay también hallazgos de nuevos valores en los papeles de los más jóvenes, destacando Artur Busquets como el regordete Pau y que llama la atención por su extraordinario parecido con el Jonah Hill de las comedias de Apatow.