Crónica | Criminalización de la solidaridad
Cuando la arbitrariedad policial llega al absurdo
La particular guerra que ha abierto el Gobierno de Lakua contra las muestras de solidaridad hacia los presos políticos vascos, y de todo lo concerniente a la izquierda abertzale, va superando las cotas del absurdo. Y más aún cuando entra en juego la propia arbitrariedad del mando de turno.
Gari MUJIKA
En marzo se calentaron motores actuando de forma intermitente contra los retratos de los presos políticos vascos que durante décadas han sido utilizados por sus familiares y amigos en las típicas encarteladas. Luego, en una iniciativa marcadamente propagandística, Patxi López mandó retirar lo que ya había sido etiquetado en los medios como «muro de la vergüenza» de Arrasate y, acto seguido, la Ertzaintza emprendió su particular «caza», que va creciendo.
Así comenzaron las identificaciones, las cargas, los porrazos e incluso las detenciones, sin que ello mermara la solidaridad hacia los presos políticos. Como el lechero no visita las viviendas vascas, la Ertzaintza comenzó a irrumpir en domicilios particulares de madrugada instando la retirada de pancartas con fotografías. De las casas se pasó a locales particulares, como las herriko tabernas, las cuales no abandonan sin identificar y responsabilizar a alguien y, por consiguiente, anticipar algún que otro viaje a juzgados.
Prohibido comer
Pero los límites del absurdo comienzan a superarse con el arranque de las fiestas veraniegas, tal y como avanzó el consejero de Interior, Rodolfo Ares.
El sábado, en Donostia, hubo dos actos relacionados con los represaliados políticos vascos. Por un lado, en Amara Berri se pretendía llevar a cabo una comida popular en una sociedad privada como ongi etorri a Kristina Gete y Josu Lonbide. Ertzainas con material antidisturbio vetaron la entrada a la sociedad. Si hace un mes en ese lugar cargaban con saña contra quienes recibieron a Gete, el sábado ni siquiera les dejaron potear. Además de obligarles a pasear en grupos pequeños, no se les dejó acceder a los bares ni para pedir un pote, y todo ello con identificaciones, cacheos y amenazas.
Y a la misma hora, a poca distancia, en la plaza Easo, los «beltzas» cargaban contra decenas de personas que disfrutaban del Euskal Jaia, que incluía el primer recibimiento a dos convecinos excarcelados semanas atrás.
Para terminar el día, un joven que regresaba a casa de disfrutar de la noche fue detenido en Gros por llevar una pegatina de los presos políticos vascos.
Y en el barrio bilbaino de Errekalde, de cuatro días de fiestas en tres han contado con la participación de la Ertzaintza que, ayer, finalmente, identificaron a 5 personas y se llevaron las fotografías de los presos.
Mientras, desde el Gobierno del PSE matizan que estas actuaciones se enmarcan en la lucha «contra la impunidad».