Cuando intentamos visualizar la injusticia, nuestra mente suele volar lejos buscando imágenes como la indumentaria naranja de Guantánamo o los corredores de la muerte de alguna película estadounidense. Lo mismo nos suele ocurrir cuando intentamos poner cara a esa persona que ha pasado una vida en prisión. Casi siempre es la imagen de Nelson Mandela la que nos invade, aquel «Madiba» que combatió el apartheid sudafricano pagando su compromiso con 27 años de prisión.

Pero como apunta el dicho, se suele ver antes la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio, y es que dentro del Colectivo de Presos Políticos Vascos se encuentra más de un preso que ha cumplido más años de prisión que el propio Mandela. Ése es el caso de Jon Agirre Agiriano, que cumplió en mayo 28 años en prisión aquejado, además, de una grave enfermedad, y de Jose Mari Sagardui, Gatza, que cumplía ayer 29 preso, sustentando todavía el triste y desagradable título de ser el preso político de toda Europa que más años lleva encarcelado.

Mientras que la figura legendaria de Sudáfrica pasó la mayor parte de su cautiverio en una celda de Robben Island, Gatza, al igual que Agirre Agiriano, ha tenido que padecer decenas de traslados a consecuencia de la dispersión carcelaria. Pero, eso sí, sin grandes diferencias en lo que se refiere a condiciones penitenciarias, padeciendo siempre las situaciones más duras y obligado a permanecer hasta 22 horas diarias en su celda. Más de 232.870 horas de soledad tras las rejas de su celda. Por si fuera poco, tanto Gatza como el aramaioarra Agirre Agiriano han sido obligados a ver cómo su pena se alargaba ante sus ojos como por arte de magia, convirtiéndose la condena en una cadena perpetua en toda regla.

Y es que en las prisiones españolas ni siquiera les hace falta la inyección letal ni la silla eléctrica para acabar con la vida de los presos políticos vascos, ya que de eso se encarga el cáncer o la falta de asistencia médica a la que los someten durante años, tres décadas para ser exactos.