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Improvisando señuelos

La batalla por la imagen domina el escenario político con propuestas a modo de «Caballo de Troya» y gestos duros que quedan al final en demostraciones de debilidad.

Iñaki IRIONDO

El PNV lanzó el pasado lunes una oferta de estabilidad presupuestaria e institucional que incluso entre su propia afiliación se ha entendido como un señuelo cuyo objetivo es tratar de sembrar cierto desconcierto entre el Gobierno de Lakua y su socio el PP, al tiempo que se pretende obtener algún rédito en forma de imagen de partido responsable, capaz de tender la mano hasta a su adversario «por el bien del país».

Como un señuelo es también la cruzada contra pintadas y fotografías que el Departamento de Interior ha puesto en marcha, para dar a través de la limpieza de paredes una imagen de eficacia y mano dura -no como en los tiempos de Ibarretxe- que en otros ámbitos operativos se les va a hacer más difícil de demostrar.

La oferta lanzada por el EBB ha tenido la virtualidad de devolver a las primeras páginas al PNV en términos no de confrontación sino de mano tendida. Se ha tratado de un éxito comunicativo, si se mide su impacto inicial, aunque su validez política resulta ya más cuestionable y requerirá de un esfuerzo de continuidad. Porque todavía nadie se ha creído la seriedad del ofrecimiento. Es más, el valor que le ha dado la propia militancia jeltzale ha sido el de que la propuesta de acuerdo puede servir para desnudar el carácter frentista del pacto PSE-PP, en cuanto el Gobierno de Lakua pase de las palabras políticamente correctas de acogida a su rechazo en la práctica. Por lo demás, las palabras de Patxi López ayer, junto a la advertencia de Mariano Rajoy, parecen indicar que no ha servido para sembrar dudas en «la mayoría de cambio».

Si de verdad el PNV quiere erosionar la alianza PSE-PP por este camino de ofrecerle zanahorias a Patxi López, va a necesitar mucha constancia, mayor concreción en sus propuestas y no ponerlas en circulación en momentos en los que muchos intuyen que lo hace porque tiene un soga al cuello, en este caso en forma de moción de censura en Araba.

Y, en todo caso, no puede olvidar que éste no es un combate entre gobierno y oposición al uso, en unas condiciones normales de alternancia -una veces mandas tú y otras yo-, sino que detrás hay una operación de Estado en el marco de un conflicto nacional.

En cuanto a la contundencia del Departamento de Interior, no deja de ser elocuente que la imagen de su eficacia sea retirar fotografías de presos, borrar pintadas o impedir que en un txoko se celebre una comida de bienvenida a dos personas que acaban de salir de prisión. Habría que ver los comentarios que desde determinadas instancias se hubieran hecho en otro tiempo y lo pronto que hubiera salido a relucir las tablas comparativas de detenciones con otros cuerpos policiales.

Pero, además, en su ansia de dar la imagen de ser más dura que nadie, la Consejería de Interior ha entrado como elefante en cacharrería errando el objetivo y pisando callos al PNV y a Eudel. Y donde ayer había bravuconería y un «no voy a aceptar excusas», ahora hay medio millón de euros para subvenciones. O sea, improvisación.

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