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Quinta etapa

Voeckler escribe un final feliz para el cuento del aventurero

El francés del Bouygues lleva a buen puerto una larga escapada tras descolgar a sus cinco acompañantes en los últimos kilómetros. Suma ya cerca de una treintena de victorias, aunque su mayor logro fue vestir de amarillo durante diez días en el Tour de 2004.

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Imanol INTZIARTE | DONOSTIA

Escapada en el inicio, caza cerca de la meta y victoria de un esprinter. Guión de etapas prácticamente llanas como la que se vivió entre La Cap d'Agde y Penpinyà (196 kilómetros). Los aventureros saben de antemano que, casi siempre, su cabalgada está condenada de antemano.

Es la palabra «casi» la que permite mantener viva la esperanza. Para intentarlo una y otra vez. Saben que es la única forma que tienen de ganar. En ocasiones, escasas, la fortuna sonríe. El pelotón calcula mal, o se despista, o los equipos con esprinters se miran unos a otros, o el viento beneficia a los fugados...

Y uno de esos valientes halla petróleo donde no lo había. Porque entre el proletariado del pedal, entre esa clase que no destaca en ninguna especialidad, no hay victorias si antes no se compran boletos para la derrota.

Thomas Voeckler (Bouygues) no se lo creía. Movía la cabeza hacia ambos lados, en gesto de negación. Sin embargo, era cierto. Él alzaba los brazos, el pelotón enfilaba la recta final. Siete segundos. Qué poco y qué mundo de diferencia.

El francés formaba parte de un sexteto que tuvo su génesis en el kilómetro 12. Más de 180 restaban hasta la capital de Catalunya Nord. Geslin y Hutarovich (F. de Jeux), Sapa (Lampre), Ignatiev (Katusha) y Timmer (Skil) eran los otros cinco.

¿Todo controlado?

Llegaron a tener una distancia de casi diez minutos, pero daba la impresión de que el Columbia de Cavendish lo tenía todo controlado. Nadie hubiera dado un céntimo por los fugados, pero ellos nunca se rindieron.

Fueron juntos hasta que faltaban seis kilómetros. Ignatiev dio el primer hachazo y el del Bouygues contraatacó. No pudieron seguirle. El tren de la gloria para de vez en cuando en la estación de los modestos.

Voeckler, que acaba de cumplir 30 años, es alsaciano. Con 7 años se trasladó con su familia a Martinica, donde dio sus primeras pedaladas. Su padre, gran aficionado a la navegación, desapareció en el mar en 1992.

Debutó como profesional en 2000 y siempre ha estado bajo el mando de Jean-René Bernaudeau. Primero en el Bonjour, luego en el Brioches La Boulangère y ahora en el Bouygues Télécom.

Saltó a la fama en 2004. Era, como ayer, la quinta etapa del Tour. Se metió en una escapada de cinco hombres que llegó a meta con 12.33 minutos sobre el pelotón. La victoria parcial fue para Stuart O'Grady. Voeckler se vistió de amarillo. Armstrong, el mejor de entre los favoritos, estaba a 9.35 minutos.

Todos pensaban que perdería el liderato en los Pirineos, pero aguantó hasta los Alpes. Diez días. Sabía que lo iba a perder, pero se lo tuvieron que arrancar. Es un sufridor y por eso suma cerca de una treintena de victorias. Esta campaña, pese a romperse una clavícula en marzo, ya tiene cuatro.

Johan Bruyneel trata de zanjar la polémica: «En Astana el líder soy yo. Yo decidiré la estrategia y nadie más»

No es ningún secreto que, pese a su privilegiada posición en carrera, el gallinero anda revuelto en el Astana. Su director, Johan Bruyneel, en un intento por hacerse con las riendas desveló que, en una reunión en Mónaco, dejó claro a sus pupilos que «todas las decisiones iban a ser tomadas por el bien del equipo y que de todas formas ganaría el más fuerte». Tras indicar que Contador y Armstrong son los grandes favoritos, apuntó que «el ciclismo es una partida de ajedrez en la que se avanzan los peones uno a uno. Por esta razón en Astana el líder soy yo. Yo decidiré la estrategia y nadie más».

No obstante, Armstrong no dudó en arrojar algo más de gasolina al fuego cuando fue interpelado por la etapa recién terminada. «Sabíamos que iba a haber viento. Le dije a Contador que era un día complicado y puede que se haya dado cuenta de que sé como funciona esto del Tour». Cabe recordar que el texano ya acusó de inexperiencia al de Pinto en la última París-Niza, y que en la etapa del pasado lunes le arañó 41 segundos tras un corte producido por un abanico.

Armstrong, al que no se le dan mal las relaciones públicas, se mostró «encantado» de retornar a Girona, donde residió cinco años. «Siento que es mi segundo hogar. La gente allí es muy amable y divertida».

Contador también se mostraba satisfecho. «Llego a la etapa de Barcelona en una situación muy buena. Si me hubieran dicho antes de empezar que a iba a llegar a 19 segundos del líder no me lo hubiera creído. Estoy más que contento, además, esto acaba de empezar y queda mucho. Tengo ganas de que llegue la montaña para ver cómo estoy. De momento la situación es buena porque hemos distanciado a varios rivales».

Ajeno a estas luchas, Voeckler declaraba que ganar una etapa era uno de sus objetivos pero que «no había dicho nada por superstición. En realidad nunca he creído en ello. Ni siquiera hoy, que no me lo he creído hasta que quedaban 300 metros para la meta. Iba con Hutarovich y sabía que era más fuerte que yo en el sprint y, además, tenía un compañero. Me he dicho: `si esto llega así estoy perdido'. Entonces me he escapado. Si no hubiera habido tanto viento no habría podido ganar», aseguró.

GARA

gesink se retira

Rabobank no tiene suerte. Su joven perla Robert Gesink (23 años) se retiró tras una caída. El holandés, que debutaba en el Tour, sufre una fractura en la parte inferior del radio izquierdo.

montjuic

La carrera continúa su periplo por Catalunya. Parte de Girona y llega a Barcelona, con final en el estadio de Montjuic. Los últimos 1.700 metros tienen un desnivel del 3%.

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