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Raimundo Fitero

Escalones

Las anchoas han alcanzado un valor político que se puede comparar en el mercado de la estulticia partidista con los trajes a medida. El señor Camps tiene un rictus de condenado político que empieza a traspasar todos los filtros mediáticos. Asegura nervioso que falta uno o dos escalones (la traducción literal sería escaloncitos), «y esta cosa absurda y estrafalaria habrá pasado al pasado». La sintaxis le debería causar, cuando menos, una advertencia pública, pero esa cosa estrafalaria puede llevarle a subir los escalones que conducen al cadalso político, a la desaparición como valor de uso en un partido que está ávido de soltar lastre para que la mierda no acabe fastidiando todas las sonrisas melifluas.

La corrupción vuelve a colocarse donde siempre ha estado. El que ocupe un lugar en la escaleta de los teleberris o de los noticiarios depende de circunstancias que casi nada tienen que ver con el interés informativo. Ahora se viste de marca o a granel, en la lejana Valencia o en la cercana Gipuzkoa, a través de concesiones y favores o a cuenta de magias contables y controles desde las delegaciones de Hacienda, pero el fenómeno es contagioso, reiterado, al parecer ineludible, y solamente nos queda la posibilidad de sospechar por conocer los intereses de quienes en cada momento hacen que supuren los granos o se cubran de una costra de silencio y ocultismo.

Pasearse por las tertulias nocturnas de las televisiones de la caverna, además de descubrir a tertulianos que han salido de su armario ideológico definitivamente, es asistir al ejercicio de una «tormenta de ideas» para que los supuestos dirigentes del PP tenga un argumentario para enfrentarse a la tozuda realidad. El comparar trajes de marca con anchoas de Santoña es una de ellas. Lo que se puede advertir es mucha histeria porque los trajes, obviamente, son un detalle, lo malo es todo lo que está por detrás de los trajes y la lista es inmensa, con una visita del Papa en el lote, un pacto con un nazi como se ha revelado el señor Ecclestone, dueño de la fórmula 1 y todo lo que esconde el tesorero del partido de Rajoy. Los escalones pueden ser muchos y muy sofocantes.

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