La piel seca y enrojecida, sensación de fatiga, sed intensa, calambres musculares, náuseas, vómitos, pérdida de conciencia... Son síntomas de que una persona puede estar sufriendo un golpe de calor.

Y muchos de nosotros nos exponemos a éste tipo de riesgos cuando realizamos una actividad de esfuerzo sin una correcta hidratación. Más aún cuando la situación meteorológica es extrema (humedad elevada, altas temperaturas...). Esta misma semana, sin ir más lejos, una montañera francesa ha tenido que ser rescatada en el collado del pico Gamo Negro afectada por un golpe de calor.

Nuestro organismo está formado en un 60% por agua, gracias a la cual podemos eliminar toxinas, desarrollar una correcta actividad mental, regular el funcionamiento de nuestras células, etc. Y si no reponemos la que perdemos haciendo ejercicio, si nos deshidratamos, perdemos nuestro equilibro hídrico, alteramos nuestro ciclo del agua personal.

En opinión de algunos especialistas hasta la más mínima deshidratación puede llevarnos a consecuencias como una disminución del rendimiento físico, cefáleas, incluso el temido golpe de calor (fallo en el mecanismo de regulación de la temperatura corporal). Y esto para un montañero puede ser un auténtico problema si le quedan largas horas de caminata o, peor aún, lugares complicados por los que pasar.

¿Cómo evitarlo? Bebiendo regularmente (más aún con intenso calor), ingiriendo alimentos ricos en agua, no esperando a tener sed (es ya el síntoma de alerta y puede llegar tarde), procurando no tomar bebidas con cafeína o alcohol (son diuréticas y deshidratan aún más) o agregando al agua sales minerales que repongan las pérdidas por sudor.