Gran invento la fotografía! A través de sistemas cada vez más sencillos nos permite capturar la realidad y perpetuar imágenes de los más diversos acontecimientos. Desde las íntimas y entrañables de familiares y amigos, hasta los más horribles crímenes cometidos en las guerras. Testigos mudos, memoria preservada, sirven para ilustrar la historia y demostrar que la escrita por los vencedores es casi siempre mentira. Recuerdo que gracias a lo que me contaron mis padres y a las fotografías de la masacre que había visto, nunca creí la versión oficial del bombardeo de Gernika que nos imponían como asignatura los militares españoles en el campamento de Montelarreina. Fuimos unos cuantos los que protestamos cuando explicaron que la Villa Mártir fue destruida por el ataque de la aviación rojo-separatista. Fue una protesta eficaz: pusimos de manifiesto que fueron ellos y sus colegas nazis alemanes los autores del genocidio, aunque como ellos mandaban chupamos calabozo por la minisedición.

Nos sirven para enlatar hechos y refrescar la memoria al cabo del tiempo. Reflejan el paso de los años y nos permiten darnos cuenta de lo jóvenes que fuimos, de la cantidad de pelo que teníamos o de la tableta de chocolate cristianoronaldiana en el lugar ahora ocupado por una muy generosa kupela.

La vida misma, guste o no. Por eso hay quienes se empeñan en exponerlas a la vista, porque representan a sus seres queridos, a los que no pueden ver con la frecuencia deseada por las más diversas circunstancias. Otros se empeñan en destruir la realidad acabando con las imágenes. Es muy frecuente entre los amantes despechados. Y así, los argentinos de «La mosca» cantaban repitiendo hasta la saciedad: Yo romperé tus fotos, yo quemaré tus cartas para no verte más, para no verte máaas...

Actitud machista, destructora, irracional, porque por mucho que rompan las fotos o quemen las cartas habrán acabado haciendo el ridículo y dejando una humareda de olor apestoso con la incineración de tanta pasión. Pero la terca realidad aunque ya no esté retratada, seguirá donde estaba. Así actúan algunos que aman, pero también otros que odian.

Se ha organizado, como por ensalmo, una inquisitorial caza de brujas, macarthismo en estado puro, un gigantesco Fahrenheit que gasta energías, tiempo y dinero, mucho dinero para ser tiempos de escasez, para apresar fotos. Con Franco perseguían ikurriñas, ahora fotos. Nadie puede ver esas imágenes reproducidas en papel. ¡Hay que destruirlas!

Objetivo imposible. La realidad es terca y está ahí, en la vida diaria, en nuestros vecinos y amigos ausentes archivados en el disco duro de nuestro ordenador cerebral. El Ararteko tratará de reeducar, sobre todo a los guipuzcoanos. Incinerarán las cartas, romperán las fotos, pero el conflicto subyacente será el mismo, y seguirá sin resolver, Esconder un problema no es resolverlo, aunque haya mucho Fotomatón.