Una máquina de escribir que trasmite la nostalgia del ciclismo y el periodismo
Entre los centenares de periodistas de medios escritos que coinciden cada día en el centro de prensa, con sus modernos ordenadores que les conectan a internet, suena la máquina de escribir de Giovanni Mura, que trasmite la nostalgia del ciclismo y el periodismo de los años 60.
Joseba ITURRIA
Giovanni Mura es el enviado especial del periódico italiano La Repubblica al Tour, prueba en la que debutó en 1967, con 22 años. «Fue el de la muerte de Tom Simpson en el Mont Ventoux. Nunca olvidaré aquel Tour. Fue el primero. Es como cuando alguien besa por vez primera a una mujer. Nunca se olvida». No es que no olvide aquella época. Es la única que tiene presente en su memoria. Pese a que ha cubierto 34 Tours -todos los disputados con un único paréntesis entre 1983 y 1990, cuando trabajó en aspectos no deportivos, y el de 1994, en el que cubrió el Mundial de Estados Unidos- todos sus recuerdos le trasladan a los años 60.
Así, cuando se le pide que destaque a algún corredor que ha conocido, señala que «para mí Luis Ocaña está entre los tres primeros. Tenía orgullo y fuerza psicológica para pelear. Era formidable porque tenía enfrente al mejor Eddy Merckx. La máxima injusticia deportiva fue la caída de Ocaña en el col de Mente. También me ha marcado Merckx, que era un grandísimo campeón en todas las especialidades. Y entre los italianos me quedo con Gimondi porque tenía que enfrentarse al Caníbal y, por supuesto, aunque no había sólo sangre en sus venas, Pantani era un gran suscitador de fantasía. Como todos los escaladores». Tampoco sus recuerdos son cercanos cuando se le pregunta por los vascos. «Me acuerdo de San Sebastián en la salida del Tour del 92, de su óptima cocina. Y de corredores como Galera -quizás quiso decir Gabika, de aquellos mismos años 60-, Marino Lejarreta, que hizo Giro, Tour y Vuelta en el mismo año de gran resistencia, Gandarias... Y los vascos que tenía Dalmacio Langarika en el equipo Kas».
La razón de que su memoria le traslade constantemente a los años 60 está en que «el ciclismo de antes me ha marcado. Los periodistas estábamos más cerca de los ciclistas. Yo, que era muy joven, he hecho muchas entrevistas en las habitaciones de los hoteles con los corredores mientras les hacían masaje o se bañaban. Con todos, menos con Anquetil, había una confianza y una relación más ancha que hoy. Ahora si vas a la salida no hablas con ninguno porque están en los autobuses, en la meta no hablan, hacen ruedas de prensa... Si no tienes algunos números no hablas con ellos. Por eso a mí me gusta un tiempo que sé que no volverá».
Tiene 64 años y no sólo añora el ciclismo que conoció de joven, también el periodismo. Recuerda que empezó con 19 años en la Gazzetta dello Sport, diario deportivo organizador del Giro, prueba en la que se estrenó en 1965. Allí estuvo ocho años, luego cinco en Época, un semanal, y desde el 83 está en La Repubblica fiel a su máquina de escribir.
«No me gustan los ordenadores»
En un mundo dominado por los ordenadores y que parece obligado estar conectado a internet, él busca la inspiración mientras teclea su máquina de escribir y enciende un cigarro. Cuando puede, se saca una mesa y dos sillas del centro de prensa y busca un lugar a la sombra con su chofer que le aleje de un ambiente que no le gusta: «Cada uno tiene sus hábitos y soy demasiado viejo para cambiar los míos. No me gustan los ordenadores. Casi siempre hay un equipo de televisión que me hace la misma pregunta. «¿No cree que con el ruido molesta a los demás?». Y respondo que los otros no me enojan con su silencio. Puede ser una visión romántica, pero para mí el periodismo debe tener su sonido. También las redacciones, donde antes se jugaba a las cartas... Hoy los diarios en el interior parecen bancos. No hay un rumor, es muy triste. Me gusta el sonido. Para escribir necesito el de las teclas, es como la cadena para un ciclista. Me hace compañía».
Así escribe en sus folios en una de sus cuatro máquinas, le robaron otra del coche en Lieja en el Tour del 2003. Y no los envía por fax. Lo graba, aunque eso sí, utiliza un teléfono móvil. «Así conservo puestos de trabajo. Si todos trabajan con el ordenador, no hay necesidad de chicas que mecanografíen».
El martes el Tour circulará por su país, una Italia de la que muchos ciclistas destacan su pasión por este deporte. Pero el romanticismo de Giovanni Mura no está de acuerdo: «En Italia la visión del ciclismo se acerca a la de España. Para ser un campeón en Italia hay que ganar vueltas. Corredores como Cipollini o Pettachi podían ganar 25 carreras al año, pero un sprinter no captura la fantasía como un escalador. Y me parece que la participación popular es la misma, sobre todo en los puertos. La verdadera pasión en Italia es por el fútbol. El ciclismo es un deporte con hinchas bastante viejos. Hay otros deportes para los jóvenes como el motociclismo, el tenis, el voleibol, el basket... Le pasa como a todos los deportes de pobres. Originariamente el ciclismo tuvo un esplendor. Se puede comparar con el boxeo. No hay buenos boxeadores en Italia. Y el ciclismo es víctima de una visión de la vida donde hacer sacrificios no es importante o no se considera recompensado». Joseba ITURRIA