Maite SOROA
La juventud enferma
El famoso informe del Ararteko que determina que un porcentaje no desdeñable de jóvenes adolescentes ven con simpatía las acciones de ETA va a terminar volviéndose en contra de sus promotores.
Desconozco el grado de fiabilidad del tal informe (perdonen, pero servidora cree poco en encuestas y cosas así) pero lo cierto es que a algunos les ha servido a modo de cortinilla para atribuir una suerte de «enfermedad» a parte de la población vasca y, así, no atender al problema de fondo. El supuesto argumento sicopático les sirve ahora para salir del paso, pero el problema sigue ahí.
El editorialista de «Diario de Navarra», tras reconocer que la cuestión también afecta a la comunidad foral -ahora no puede hablar de intrusismo-, revelaba su estado de ánimo: «El informe es capaz de poner los pelos de punta cuando da a conocer que un 15% de los adolescentes, entre 12 y 16 años, justifica la violencia etarra, mientras que un porcentaje similar se muestra indiferente o no se define». No se pregunta el por qué y así es muy difícil entender las estadísticas.
Todavía peor le sienta que esa misma juventud vasca tenga sentimientos nobles: «Y es bastante descorazonador que los jóvenes insensibles hacia las víctimas del terrorismo vuelquen su repulsa hacia otras víctimas e, incluso, dirijan sus sensibilidades a la ecología. Parece evidente que esas conciencias insensibles hacia víctimas inocentes del terrorismo responden a técnicas y mensajes extraídos de la sociedad o aprendidos en sus casas. El informe no deja de ser un reflejo ajustado de la sociedad que hereda el nuevo lendakari, Patxi López, empeñado en devolver todas las libertades secuestradas. Pero también en Navarra sigue pendiente esa labor de conseguir que todos sus ciudadanos vivan sin amenazas ni coacciones».
Pues ya me dirá el pavo éste cómo lo piensa hacer. ¿Dialogando, tal vez? Después de los sanfermines no le veo yo con ganas de coger el toro por los cuernos, remangarse y entrar en materia. Es más fácil decir que los jóvenes están enfermos o que sus padres les engañan. Eso ya lo dijo el pesado de Jon Juaristi, que tuvo que escribir un libro gordo para defender tamaña melonada.