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atentados en yakarta

Las bombas alteran los planes en Indonesia

 Si se confirma la autoría de los atentados, que apuntan a Jemaah Islamiyah, la política de lucha «contra el terror» en Indonesia podría entrar en una fase delicada.

Txente REKONDO Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)

Los ataques contra los hoteles de lujo de Yakarta tienen lugar en un contexto muy determinado. El reciente triunfo electoral del actual presidente Susilo Bambang Yudhoyono, ha venido seguido del «levantamiento de las restricciones occidentales» para viajar al archipiélago indonesio.

El optimismo siguió a la victoria de Yudhoyono, no olvidemos que era el primer presidente elegido directamente tras la caída del dictador Suharto, y el primero que acaba su mandato, además de lograr cómodamente su reelección. Todo ello, unido a los diferentes éxitos locales e internacionales en la lucha contra los movimientos islamistas radicales, sobre todo contra la Jemaah Islamiyah (Comunidad Islámica), había hecho lanzar las campanas al vuelo a buena parte de los gobiernos occidentales.

A la hora de afrontar estos acontecimientos es importante tener en cuenta el doble juego que ha mantenido hasta la fecha el presidente Yudhoyono, pues además de intentar integrar en su Gobierno a personalidades vinculadas al mundo islámico, no ha dudado en aprovecharse de la colaboración de EEUU y Australia, principalmente, para combatir los movimientos islamistas más extremistas. En ese contexto se enmarca la visita de Bush en 2006, que generó el rechazo de buena parte de la sociedad indonesia.

Las elecciones presidenciales han dejado de manifiesto, más allá del indiscutible triunfo de Yudhoyono, una verdadera crisis en torno a los partidos políticos tradicionales, que han tenido que sortear las tensiones internas y afrontar el reto electoral en una delicada situación. Un ejemplo de ello es el otrora poderoso Golear, que ha visto cómo la elección de su candidato presidencial, impulsado por las élites del partido, no ha sido respaldada por las bases. Además, es interesante constatar cómo este partido político ha utilizado la imagen islamista en beneficio propio, rompiendo con una larga tradición secular, y utilizando la ideología islamista como arma arrojadiza contra Yudhoyono.

Si se confirma la autoría de los atentados, y ésta apunta hacia la Jemaah Islamiyah, u otro movimiento similar, la política de lucha «contra el terror» en Indonesia podría entrar en una fase delicada. En los últimos años, los esfuerzos del Gobierno de Yakarta, con el apoyo de ejecutivos extranjeros, han logrado debilitar a las organizaciones islamistas (cientos de detenciones, la ejecución de los autores de los ataques de Bali en 2202...), sin embargo no han sido capaces de acabar con el eje central de las mismas.

Sus redes de mezquitas, madrazas y vínculos personales siguen proporcionando al movimiento una importante fuente de reclutamiento. Además, no hay que olvidar otros factores, como la estrategia a largo plazo de la Jemaah Islamiyah, el importante sentimiento antiestadounidense, por las actuaciones de Washington en Irak, Afganistán, Palestina..., así como la posibilidad de explotar los conflictos étnicos y religiosos que se repiten en las diferentes islas de este archipiélago.

La corrupción entre las poderosas fuerzas policiales y militares, que en el pasado ya han utilizado a estos grupos islamistas en beneficio de sus propios intereses; las importantes inversiones económicas y materiales de Arabia Saudí, motor de propagación de las teorías islamistas más intransigentes, y que en buena medida rompen con la imagen tradicional del islamismo en Indonesia, y la movilización y radicalización de importantes sectores islamistas estudiantiles, también contribuyen a gestar el actual diseño del islamismo político más radical indonesio.

En el pasado y en el presente, diversos actores han tratado de utilizar el factor islamista, en Indonesia y en otras partes del mundo, y casi siempre se ha sucedido el mismo guión. Un movimiento que surge con un rumbo determinado, acaba operando de manera autónoma y no siempre al hilo de los deseos de su primeros promotores (Afganistán, Palestina, Irak, Pakistán... son algunos ejemplos).

Hoy en día el islamismo político es una minoría en Indonesia, pero si las condiciones y los diferentes actores siguen empeñados en mantener sus propias estrategias, éstas pueden acabar siendo el impulso que dichos movimientos están esperando para lograr sus objetivos políticos, que en el caso de la Jemaah Islamiyah pasa por la creación de un Estado islamista basado en la sharia.

 

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