Josebe EGIA
Nunca es tarde
«Contra el optimismo no hay vacunas»
Mario Benedetti
Yo debo ser una optimista irredenta pues, a pesar de todo el horror que nos rodea, creo en el ser humano, entre otras cosas, por mujeres como éstas:
María Amelia López Soliño nació el 23 de diciembre de 1911 y se marchó el 20 de mayo del 2009. Antes, a sus 95 años, su nieto le regaló un blog -http://amis95.blogspot.com-. Ella decía «Mi blog es para entretenerme y comunicarme con mis blogueriños, que son la alegría de mi vejez, yo no sabía que había tanta bondad en el mundo. Para animar a todos los ancianos a que tengan Internet. Y para que sus familiares hagan un esfuerzo por enseñarles. Así podrán conocer gente nueva, comunicarse y aprender cosas todos los días. A mí me sacó 20 años de encima». Le escribían de grandes ciudades y de aldeas remotas de los cinco continentes. No dejaba un mensaje sin contestar. Con algunos se reía, con otros aprendía cosas nuevas, con otros se cabreaba por las «malas lenguas» pero... era feliz dicen sus nietos y nietas, a la vez que recomiendan disfrutar de las y los abuelos. ¡Gracias por todo lo que me has enseñado María Amelia!
También me enseña, me da esperanza y alegría, una amiga más cercana en el espacio. Julia. Acaba de cumplir los 70 y los ha celebrado con una fiestuki por todo lo alto con «su gente», personas de toda edad y condición. Me encanta su filosofía de vida -autodeterminación para todo- las enormes ganas de aprender que tiene. Dice que no quiere ser una vieja abandonada, pobre o enferma, volverse gris e invisible o llegar a sentir repulsión ante su propio cuerpo. No quiere que le hablen como si fuera una niña grande asexuada que no ha vivido y que no sabe oír o entender lo que se le está diciendo. Tampoco quiere ser siempre una viejita dulce, ni rabiosa. Quiere seguir comprometida con «sus» causas, esas que parecen pérdidas pero en las que cree y pelea por conseguirlas. Cuando le iban a hacer amama, anunció que no esperaran de ella el cuidado de las y los nietos, sólo amor. Incluso dijo a su prole que no fueran a su casa sin avisar. Reivindica su derecho a la intimidad y a tener una vida sexual plena.
Si llego a su edad, yo quiero estar como María Amelia y Julia. Superados los traumas y el temor de envejecer. A las mujeres, desde pequeñitas, se nos «exige» la perfección del cuerpo, lo que muchas veces lleva a la negación y al rechazo del propio. Ello nos lleva a no asumirmos bien y a que lleguemos desprevenidas y sin preparación a todas las etapas y ciclos de nuestras vidas. Ejemplos como los de estas dos mujeres y los de otras que a los 60/70 son líderes de sus comunidades -saharauis, por ejemplo- y que desde la nada están luchado por una vida digna... son los que me hacen creer que es posible, y necesario, cambiar el patrón cultural de la vejez, por nuestro bienestar, salud, identidad, futuro, felicidad... Son tantas las mujeres que nos dan esperanza por su resistencia y porque han decidido conscientemente no morir en vida que ¡no hay más remedio que ser optimista!