El respeto merecido a Lance Armstrong
Lance Armstrong terminó la subida a la inédita cima suiza de Verbier solo, a 1:35 de Alberto Contador y detrás de los hermanos Schleck, Wiggins, Nibali, Sastre, Evans y su compañero Andreas Klöden. Cuando falta una semana para que concluya el Tour, Contador tomó el poder y Armstrong, con elegancia, reconoció su superioridad. Termina uno de los debates que mayor vida han dado este año al ciclismo (y a un Tour bastante soso hasta ahora), necesitado de alicientes y de otros discursos ajenos al dopaje. Es probable que el regreso de Armstrong le haya dado un año de respiro al ciclismo. Sólo eso bastaría para justificar su vuelta. Lamentablemente para muchos cronistas y expertos de micrófono o de bar, la realidad ha puesto en su sitio los términos del debate, con lo que llega ahora el tiempo de colocar en el sitio que merece lo que el tejano está logrando. Porque hoy todos, o muchos, pondremos el foco en Lance Armstrong y, con mayor o menor delicadeza y acierto, hablaremos del fin de una era, de cambio de jefe y otros latiguillos habituales a éste y otros deportes. Pero una cosa es que el resto de ciclistas pierdan el respeto en la carretera a Armstrong -algo relativo, porque sigue segundo en la general y ayer casi todos entraron por detrás de él en la meta- y otra muy distinta no reconocer como se merece el esfuerzo de un deportista con un currículum impresionante y que, a lo logrado tras derrotar al cáncer, suma ahora un regreso al mejor nivel con 38 años tras permanecer tres temporadas retirado. Probablemente, nunca se haya dado nada igual.
A partir de estas consideraciones, cada cual, obviamente, tendrá su opinión sobre Lance Armstrong, que es bien sabido que este mundo del deporte funciona a golpe de odios y amores, no siempre racionales. Lo cierto es que, si sigue en carrera, aún más si queda segundo en la general, como parece es su objetivo ahora, el ciclista tejano habrá conseguido muchos de sus objetivos (los declarados, al menos): dar un nuevo toque de atención en torno a la lucha contra el cáncer y demostrar a los afectados que, con esfuerzo y voluntad, se pueden lograr muchas cosas que parecían imposibles.