GARA > Idatzia > > Kultura

La Brokoa y su tripulación navegan por la ruta del cabotaje del hierro

En la bocana del puerto de Zumaia, con puntualidad británica (había en juego una botella de champán), a las 13.00h. del mediodía de ayer aparecía la Brokoa. Con su variopinta tripulación y la ikurriña ondeando, esta réplica de una «txalupa handi» de finales del XIX cubría una de las últimas etapas de una aventura etnográfica y marinera que hoy le llevará hasta Donibane Lohizune y el sábado, a tierras de Urdazubi. Siempre, tras la huella del hierro.

p040_f01_199x108.jpg

Amaia EREÑAGA | ZUMAIA

Situémonos: durante los nueve siglos que van desde la Baja Edad Media a la Industrialización, a mediados del XIX, las ferrerías y el transporte de mineral a vela por nuestra costa, el cabotaje, están estrechamente vinculados. En invierno, se pesca; en verano, las txalupas se dedican al transporte de mineral por los puertos del litoral cantábrico. Con viento favorable y tiempo despejado, como el de ayer, una embarcación como la Brokoa puede recorrer la distancia entre el puerto de Lekeitio y el de Zumaia en tres horas, cargada hasta los topes de mineral para las ferrerías de la cuenca del Urola, así como material para la reparación de la maquinaria de la ferrería y, de paso, otras mercancías con las que sacar algún dinerillo extra. Es la llamada pacotilla, término marinero que ha adoptado la terminología popular, y que viajaba en pequeños toneles, fáciles de manejar en cubierta. Podrían contener, por ejemplo, clavos, como los que tienen los toneles que guardan en el Untzi Museo de Donostia.

Esta lección de marinería histórica -nada de pacotilla, esperemos- es la que pudieron obtener quienes se acercaron ayer al puerto de Zumaia. Entre la curiosidad de bastantes zumaiarras, fondeó allí, en una de sus últimas paradas, la Brokoa, una réplica de una txalupa handi o lancha vizcaína de finales del XIX. Fue construida por la asociación de Ziburu Itsas Begia, en 1992, en los astilleros de Sokoa según planos del astillero Mutiozabal conservados en el archivo del Untzi Museoa donostiarra. Sus datos: 13,70 metros de eslora y 3 de manga, con puntal de 0,80; arbolado con dos mástiles, el mayor, a popa, de 12 metros, y el trinquete a proa, de 8 metros, con velas al tercio; arquea -es decir, su volumen- 10 toneladas.

Navega por la costa con una ikurriña como única bandera y una tripulación en la que se ven marineros de todas las edades -también dos mujeres, que entraron remando en Zumaia codo con codo con otros cuatro compañeros-, miembros todos ellos de Itsas Begia, la activa y veterana asociación de Ziburu que promueve la recuperación de nuestra cultura tradicional de navegación. Una de sus labores principales es el mantenimiento del patrimonio a través de la construcción de réplicas como la Brokoa.

Pero «una vez construida, había que buscarle una función», como apuntaba ayer el miembro de Eusko Ikaskuntza, etnógrafo e historiador vizcaíno Gonzalo Dúo, coordinador de este proyecto. Un proyecto que nació precisamente a raíz de su estudio científico titulado «El cabotaje de hierro y la Cofradía de San Pedro de Plentzia». El año pasado se realizó la primera singladura de la Brokoa, y este, bajo el epígrafe de «El cabotaje de hierro de Bizkaia», se ha ampliado el recorrido: el pasado día 24 partían de Portugalete con la meta fijada en el interior, en la localidad navarra de Urdazubi, pero recalando antes en Castro-Urdiales. De hecho, en próximas ediciones esperan poder hacer Bayona (la gallega)-Baiona (la de Lapurdi).

«Arqueología experimental»

El viaje en el que se encuentran embarcados lo cierto es que, para los neófitos, sirve para conocer hechos desconocidos de nuestra historia y, para los estudiosos, comprobar «en vivo» hechos históricos documentados únicamente por escrito. Como apostillaba ayer entre bromas el oñatiarra Urdin Elortza, embarcado también en este proyecto, «estamos haciendo arqueología experimental». Junto con el viaje, y gracias a los acuerdos con ayuntamientos y diputaciones, se «socializa» la historia por medio de actividades y charlas. Eso sí, el presupuesto en estos tiempos de crisis no es muy alto, pero se suple con ganas, fuerza para remar y el txakoli que refresca al sediento, como el de ayer de Zumaia.

Tras un preámbulo en Gallarta, donde se ubica el Museo de la Minería, el viaje en sí arrancó en Portugalete, puerto donde se cargaba el mineral de hierro del valle de Somorrostro. Allí era revisado por el Alcalde de Billeteros, quien registraba la carga para asegurar el pago al Señorío de ocho maravedís por quintal de hierro que saliera de Bizkaia. De ahí navegaron a Muskiz y Castro Urdiales (allí visitaron la ferrería de Oñanes, que se encuentra en buen estado de conservación), luego a Plentzia (donde están las ferrerías de Butron, en Gatika), luego a Lekeitio (en las inmediaciones se labraban barras y manufacturas para los astilleros en las ferrerías sobre el río Lea).

Ayer ya llegaron a Zumaia y, tras la visita a los restos del embarcadero y a la rentería de Bedua -el único almacén de mineral de su antiguedad que se conserva en Euskal Herria- hoy emprenderán su último cabotaje entre Zumaia y Donibane Lohizune. Saldrán a las 12.00, con llegada a puerto a las 15.00 h. Las mercancías que llegaban al puerto labortano con destino al interior de Lapurdi solían ser conducidas fluvialmente por el Urdazubi hasta Azkaine, a remo o mediante arrastre «a la sirga», tirada por personas o animales. Allí se almacenaba el material que tenía como destino las ferrerías locales o el rico Monasterio de San Salvador de Urdazubi, en Nafarroa. El proyecto concluirá allí, en tierra, el próximo sábado. Un carro de bueyes transportará el mineral hasta el monasterio, donde el abad pagará una cantidad -simbólica, eso sí-. Como en los antiguos tiempos.

«Sin necesidad de doctrinas políticas, queda patente la unión de los vascos desde Somorrostro hasta Urdax»

El etnógrafo e historiador Gonzalo Dúo tiene un espíritu didáctico envidiable. Con la Brokoa al lado, narra cómo era la vida de los antepasados de quienes se acercan a ver la embarcación, porque no hay que olvidar que estamos en Zumaia. El cabotaje, que es la navegación diurna, a la vista de la costa y sus «cabos», sólo se realizaba en verano cuando hacía buena mar. Era una forma de conseguir dinero real, en aquellos tiempos del trueque, una buena inyección de ingresos para quienes en invierno se dedicaban a la pesca. «Limpiaban las cubiertas en verano para el transporte del mineral», explica, y llenaban la embarcación hasta los topes de mineral.... hasta el punto de que llegaban a naufragar, como lo demuestra el «cadáver» del pecio que se puede ver en Orio. El mineral producía prosperidad, no sólo para los grandes propietarios y los mercaderes, ya que movía mucho negocio, en las ferrerías y también, en esta caso, en el transporte por vela.

Un movimiento de embarcaciones, mercancías y personas por la costa que, como se ha comprobado en publicaciones dadas a conocer recientemente por Eusko Ikaskuntza, han llevado a interesantes conclusiones, apunta Gonzalo Dúo. El «mestizaje entre puertos», esa vinculación que se encuentra entre distintos lugares, con apellidos de Plentzia, por ejemplo, que aparecen en Ziburu, o de Ipar Euskal Herria en puertos vizcainos es producto de los matrimonios y los traslados de personas en aquellas rutas comerciales propiciadas por el transporte del hierro. «En el aspecto etnográfico se comprueba cómo los vascos del litoral se entremezclan más que los del interior. Sin necesidad de apelar a doctrina política alguna, está clara la unión entre los vascos desde Somorrostro hasta Urdax», agrega el historiador.

¿Y el año que viene, una nueva singladura? «Es demasiado trabajo hacer una al año», apunta Gonzalo Dúo, quien nos anuncia que, de ahora en adelante, se embarcarán en la Brokoa cada dos años. Hay que prepararse para otra cita paralela en julio: la reunión de embarcaciones antiguas que se celebra en Brest (Estado francés) y en la que Brokoa, en representación de Euskal Herria, siempre ha regresado a casa con algún premio.

A.E.

IDA Y VUELTA

Desde la Edad Media y hasta mediados del siglo XIX, el mineral de hierro de Enkarterriak se transportaba hasta las ferrerías por tierra y mar. En verano se navegaba al cabotaje, llevando el mineral hasta los puertos más próximos a las ferrerías y, en el viaje de retorno, salían los materiales manufacturados.

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo