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Sudáfrica, después del apartheid

«Desgracia»

M. I. | DONOSTIA

El hecho de que el autor sudafricano John Maxwell Coetzee sea blanco, parece bastante determinante, porque el personaje central de su novela «Desgracia» también lo es. Es cierto que el relato, ganador en 1999 del premio Broker, transcurre en la época posterior al apartheid, pero puede ser visto como una metáfora sobre la historia reciente de Sudáfrica, con todo el dolor de la violencia racial que no desaparece con el paso de los años. Es un intento por comprender esa realidad, por ponerse en el lugar de la población nativa, intentado interpretar sus miedos y su justificado recelo hacia los blancos. A pesar del shock que supone el ataque, con violación incluida, desencadenante de los graves acontecimientos, lleva al protagonista y padre de la víctima a reconocer que los agresores negros no hacían otra cosa que marcar instintivamente su territorio.

La apuntada puede ser una de las tantas líneas extraídas de la lectura del texto de J.M. Coetzee, porque cada lector maneja sus propias conclusiones en función de la complejidad de los personajes. Y el que se lleva la palma con todas su contradicciones a cuestas, es el del maduro profesor universitario encarnado en la pantalla por John Malkovich, y que, al ser expulsado por culpa de su relación con una joven alumna mestiza, decide viajar a la granja solitaria en la que vive su hija. Sus lógicos temores proteccionistas se confirman cuando son atacados por los nativos, episodio traumático del que deberán reponerse ambos mediante la aceptación del conflicto no resuelto que se da en el seno de la sociedad sudafricana. La tierra es la que se impone a sus habitantes y en definitiva les enseña a sobrevivir.

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