Música para rellenar las maletas
Llega el mes vacacional por excelencia. Largas distancias al volante, esperas en aeropuertos y sesiones de playa. Gracias a la tecnología, también puede ser el momento de repasar los mejores lanzamientos discográficos del año en un marco de ensueño. Toca hacer un hueco en el equipaje para algún CD o, como poco, para el reproductor de MP3.
Izkander FERNANDEZ | BILBO
CCada vez que el sol nos dice hola o adiós, los seres humanos parecemos dispuestos a emocionarnos. Las luces son mates por unos minutos, los colores se confunden y las sensaciones se dispersan. Además, en época estival, el ambiente resulta equilibrado, idóneo para mirar y sentir toda la grandeza del momento.
Josh Tillman sabe, o al menos, parece saber mucho de ello. Pese a saltar relativamente a la fama cuando se alistó en las filas de Fleet Foxes, prometedora banda de neofolk apoyada incondicionalmente por la prensa especializada de todo el planeta, Tillman poseía una tímida carrera en solitario que sigue su curso en la actualidad.
«Vacilando Territory Blues» vio la luz en los primeros días de este año. En los surcos digitales de su obra más reciente, Tillman se dibuja a sí mismo como un músico escueto, seco si se quiere, con un carácter roto y apesadumbrado, que se cobija a la sombra de sus canciones. Sin aspavientos, temas como «No ocassion», «Firstborn» o «Laborless land» parecen parte de la banda sonora del ocaso. Su voz, aterciopelada, y sus gestos musicales, delicados, invitan a despertar y a disfrutar del primer café del día mientras los primeros rayos de sol rebotan en los cristales y la taza traslada el calor a las palmas de las manos.
El legado de Tillman crecerá el próximo otoño con «A Year in the Kingdom», más intimista si cabe que «Vacilando Territory Blues», pero sin volver a la austeridad del que, hasta ahora, es su mejor trabajo: «Minor works». También idóneo para despertar, aunque quizá siente mejor cuando el sol levante varios palmos por encima del horizonte, resulta «Merryweather Post Pavillion». El luminoso último lanzamiento de Animal Collective los sitúa al frente de un movimiento musical inexistente que trata de parir algo así como el folk del nuevo milenio. Si es que algo así es posible.
El carrusel del colectivo animal, cuarteto compuesto por David Portier, Noah Lennox, Josh Dibb y Brian Weitz, viene a ser algo así como una revisión electrónica y coral del folk y la sicodelia de toda la vida. Luminosos y positivos, Animal Collective pueden ser unos acompañantes perfectos si para acercarse al mar únicamente es necesario caminar unos pocos minutos. Y es que el olor a salitre combina a las mil maravillas con «My girls» o «Summetime clothes».
Quien tenga que tirar de coche, puede estar tranquilo. Si tras J.Tillman y Animal Collective resulta necesario un cambio de tercio para coger el volante y sentir el calor del asfalto, el rock contundente y el metal vigoroso han recibido suculentas entregas discográficas en este 2009.
Partiendo del rock alternativo de los 90, rebozando la espina dorsal en el hardcore atemporal y pisando la línea del folk gamberro y festivo, es como And You Will Know Us By The Trail Of Dead han parido «The Century of Self». Esencialmente creadores de himnos, sus referencias son tan etéreas que invitan a la confusión: Smashing Pumpkins, Pogues, At The Drive-In y Fugazi. Entre otros. Todo vale cuando es bueno.
Si los Trail Of Dead son especialmente densos, Gallows no pueden ser más básicos. El joven quinteto británico ha revisitado el punk tradicional de su país gracias a «Grey Britain». En un ejercicio tan vistoso como rabioso, los trece cortes que componen el CD escupen frases lapidarias gracias a un lenguaje directo y descarado, apoyándose para ello en un sonido sin las limitaciones instrumentales y estilísticas del 77. Guitarrazos asegurados para las curvas del litoral y las caravanas de la playa.
Claro que, si hay quien prefiera sacar los cuernos del diablo por la ventana, siempre podrá tirar del metal. El acento progresivo de Mastodon o la dureza descarnada de Lamb Of God, son los máximos exponentes de la música dura en lo que va de año. En una onda más clásica, «The devil you know», de Heaven And Hell, los Black Sabbath de Tommy Iommi y Dio, ofrecen una buena ración de oscuros y pesados riffs marca de la casa, con la preciosa voz de Dio como guinda del pastel.
Tras el sol, la arena de la playa, las empinadas pendientes de la montaña, la comida para recuperar fuerzas y la posible siesta, toca afrontar la tarde con Tori Amos y Wilco. La pelirroja eterna ha publicado recientemente «Abnormally Atracted to Sin». Sin estar a la altura de sus discos clásicos, Amos ha conseguido un equilibrio envidiable a lo largo de las 17 canciones que componen el álbum. Quizá la pega sea que la duración es excesiva, que podía haberse repartido en un trabajo doble y no sencillo, pero ésta parece ser la política de la Amos desde hace una década. «Welcome to England», «Maybe California», «That Guy», «500 miles» y «Ophelia» muestran a la pianista de Carolina del Norte en su hábitat natural, mezclando melodías edulcoradas con arranques histriónicos. La banda sonora ideal para la sobremesa y el atardecer.
Igual de idóneo para el momento es «Wilco (The Album)». Jeff Tweedy y sus secuaces volvieron a la carga hace unas semanas con un disco que guarda un nivel medio alto en general, que carece de los dos o tres temas brillantes que poseían su predecesor, «Sky blue sky». Parece que Wilco empiezan a mirarse las tripas cada vez que pretenden dar un nuevo paso discográfico. Y para quien mira, el vértigo empieza a ser patente. Que hayan incluido «Bull Black Nova» resulta un tanto desconcertante por su paralelismo con «Spiders (Kidsmoke)». Quién sabe, quizá dentro de dos discos Wilco vuelvan a doblar las guitarras y a recordar lejanamente a Thin Lizzy como hicieran en «Imposible Germany». ¿Es un síntoma de agotamiento? Ojalá no. En «Wilco (The Album)» hay tiempo para la genialidad: «One Wing», «Wilco (The Song)» y «I'll Fight», desde su simpleza inicial, son obras de arte al alcance de pocas bandas hoy en día. Sin embargo, existen varias balas malgastadas por intranscendentales («Deeper Down» o «You Never Know») y por fallidas («You and I»). Especialmente sangrante es esta última, donde Wilco contaban con una de las voces femeninas más interesantes del panorama actual, la de Feist. Pero el resultado final no va muy allá.
Llega la hora de atacar la noche. Las líneas de piano y la dulce voz de Antony atraviesan la sala. Acompañado de sus Johnsons, en «Her Eyes are underneath the Ground» y «Epilepsy is Dancing», el extraño cantante y pianista engrandece el espíritu con un sonido esencialmente nocturno. Las líneas generales de «The Crying Light» invitan a sentarse en la terraza, a leer un buen libro o a beber una copa de vino mientras se contempla el paisaje. Con las velas sobre la mesa, «One Dove» o «The Crying Light» se antojan imprescindibles para cenar desgastando todos los tópicos del mundo. Bien, tras la cena y para afrontar la recta final de uno de estos días de agosto, toca dividir la noche y recorrerla por senderos diferentes. Por una parte, la fiesta, por otra, la literatura. ¿La elección es festiva y no se le hace ascos al hard rock? Buckcherry. ¿Quizá es mejor quedarse en casita leyendo o disfrutando de una fábula maravillosa? The Decemberists. Hay para todos.
Buckcherry sorpendieron hace unos meses con el lanzamiento de «Black Butterfly». Empiezan a ser unos supervivientes en un medio tan hostil hacia el rock duro y macarra de relativa factura clásica. Deudores del sonido de Los Ángeles de finales de los 80 y primeros 90, Buckcherry colocaron un millón de copias de su anterior lanzamiento gracias al single «Crazy Bitch». «Black Butterfly» guarda las formas con una entereza sorprendente y resulta tremendamente efectivo. Levanta el ánimo a un muerto y sirve de perfecto complemento a la última cerveza antes de salir de casa en busca de la juerga.
Si el cuerpo pide relajación y disfrutar de una bonita historia, «The Hazards of Love», de Decemberists, es lo más parecido a una novela musicada que ha visto la luz en los últimos tiempos. Decemberists se han debatido entre el folk y el indie a lo largo de toda su carrera pero no ha sido hasta su última obra cuando han explotado. Fairport Convention, Trees, Black Sabbath o James Taylor son algunas de las dispares referencias sonoras de una fábula en la que hay amores imposibles, damas del bosque celosas y hombres del saco.