Casi dos meses después de las elecciones, Mahmud Ahmadineyad, de 52 años, fue investido ayer presidente de Irán por el Parlamento. Tras asumir su segundo mandato, Ahmadineyad afirmó que «deseamos la paz y la seguridad internacional, pero dado que las queremos para toda la humanidad, nos oponemos a la injusticia, a la agresión y a la arbitrariedad de ciertos países».

Durante su discurso de investidura, después de jurar «ante el sagrado Corán, la nación iraní y Dios que seré el guardián de la religión oficial, la República Islámica y de la Constitución», el presidente insistió en que Irán quiere la coexistencia pacífica con todos los países, pero aseguró que «seguiremos resistiendo ante los (países) opresores y seguiremos actuando para cambiar los mecanismos discriminatorios en el mundo, en bene- ficio de todas las naciones».

«La epopeya de las elecciones presidenciales del 12 de junio es el principio de cambios importante» en la República Islámica y en el mundo, declaró el presidente en el transcurso de su intervención ante el Parlamento, un acto al que no asistieron los ex presidentes Mohamed Jatami y Akbar Hashemi Rafsanyani -que preside dos instituciones clave del poder- y la mayoría de los 70 diputados «reformistas».

La mayoría de los diplomáticos extranjeros, en particular europeos, asistió al acto de investidura de ayer. Allí estuvieron, en concreto, los embajadores británico, francés y sueco, cuyo país preside la Unión Europea.

Ahmadineyad dijo que no tiene ningún otro deseo que servir al pueblo y a Irán y añadió que su país está dispuesto a colaborar con otras naciones, aunque advirtió de que «no soporta la falta de educación» de algunas.

Tras su investidura como presidente, Ahmadineyad cuenta con un plazo de dos semanas para presentar ante el Parlamento a los miembros de su nuevo Gabinete.

Protesta

Según testigos presenciales, durante la ceremonia cientos de seguidores del líder opositor Mir Hussein Musavi se manifestaron en los alrededores del Parlamento, fuertemente custodiado por la Policía, paseando de forma continua por las acercas de las calles adyacentes.

Las fuerzas policiales y los guardianes de la revolución islámica, que impedían a la gente pararse en las aceras, ordenaron el cierre de todos los comercios y establecimientos de la zona, para impedir que los ciudadanos se detuvieran en ellos.

Según distintas agencias, al menos una decena de personas fueron detenidas después de que las fuerzas de seguridad dispersaran a los manifestantes con gases lacrimógenos.

Musavi reiteró que las detenciones no impedirán que continúe el movimiento de oposición a la reelección de Ahmadineyad.