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Maite SOROA

«Blando» y en botella

El debate sobre «duros» y «blandos» pone cachondo al facherío hispano. Cansados de ver que la estrategia no funciona con la izquierda abertzale, algunos prefieren pasar a repartir diplomas de intransigencia en sus propias filas.

Ayer Iñaki Ezkerra se quejaba amargamente en «La Razón» de haber oído demasiadas veces que a ETA le quedan «dos telediarios». Según él, «lo más irritante de esos dos telediarios, que ya se han convertido en unos cuantos cientos, es que muchas veces se alargan por causas evitables. Puede ser inevitable que una banda terrorista hiciera ayer lo que sabe hacer en Mallorca, pero que todavía tenga concejales en los ayuntamientos como los de ANV, o un partido nuevo como Iniciativa Internacionalista, o unos bravucones chuleándonos con causas pendientes como Otegi en España o De Juana en Irlanda era perfectamente evitable, y no se ha evitado porque no se ha querido evitar». Buenos ejemplos de trato benigno, ¿no creen?

La culpa de todo, evidentemente, la tienen los blandos. Bueno, los blandos y los vascos a medias. Pero lo gracioso de la historia es que, según Ezkerra, el blando mayor es ¡Alfredo Pérez Rubalcaba!, aliado del nacionalismo vasco: «Pese a las blanduras retóricas del ministro del Interior, el peneuvista Ercoreka dice que éste se ha pasado de la raya amenazando a Batasuna cuando el que lleva más de treinta años pasándose de la raya es el PNV sacándole la cara a ETA». En plan pronóstico, Ezkerra agrega que «si fuera por el PNV llegaríamos al año 3500 con el mismo lema: `A ETA le quedan dos telediarios'. Por suerte, si eso ocurre -que no es difícil- no lo veremos». Ya lo decía mi amatxi, «en cien años todos calvos». Ezkerra de pensar.

De tanto pensar, Ezkerra hacía una comparación soez: «Y en esos telediarios tenemos aún que oírle a Rubalcaba diciendo cosas como que `Batasuna nunca volverá a las instituciones mientras exista ETA'. Como si los partidos nazis dejaran de ser nazis porque ya no exista Hitler». Resulta que en la misma edición del diario aparecía una ficha con los gustos de Jaime Mayor Oreja, señalando que su película favorita es «La vida es bella», de Roberto Benigni -sí, la sátira sobre un judío y su hijo en un campo de concentración-. Mayor Oreja lo debe decir porque el film confirma que en la Alemania nazi se podía vivir con «extrema placidez» y hasta con buen humor. Seguro que al franquista después de Franco también le hace gracia el humor de los nuevos goebbels hispanos.

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