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Belén MARTÍNEZ Analista social

Apátrida, desplazada, refugiada

 

En el vídeo Land Confiscation Order n°06/24/T, de la artista palestina Larissa Sansour, la realizadora recibe una orden de confiscación de su casa para la construcción del muro que atravesará las tierras de su familia. Su casa va a ser demolida, y sus melocotoneros arrancados de cuajo. Para impedirlo, decide envolverla con una tela negra. De esta forma, permanecerá invisible e inmortal. Después, proyecta emigrar a los Estados Unidos y cambiar su identidad. Regresará convertida en "fundamentalista judía" y podrá apropiarse de una casa que ya no pertenece a nadie. La "conversa colona sionista" podrá ocupar esa (su) casa deshabitada.

La propuesta es tan alucinante como silogista su argumentación. El Estado de Israel -y la identidad judía que éste preconiza- se erige sobre la glorificación del propio sufrimiento. Es un Estado omnisciente en lo que se refiere a esa cuestión. Esta peculiaridad legitima una discriminación instituciomalizada. Por eso pueden escoger un terreno, abandonando a su suerte a las y los lugareños; ocupar un territorio porque sí (así de vanal); destruir un hábitat natural y transformarlo en devastación; borrar los trazos del pasado; "hebreizar" la toponimia árabe; imponer una narración oficial y un catastro; eliminar una identidad, reinventando una memoria e institucionalizando el olvido.

Confiscación, expropiación, desalojo, demolición, expulsión, colonización, exilio o diáspora son términos que reflejan las diferentes situaciones y estatus que forman parte de la rutina del pueblo palestino. Bien lo sabe Umm Kamel Al-Kurd, que vive en el barrio de Sheikh Jarrah (Jerusalén Este).

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