Lo que se había propuesto realizar el contratenor Carlos Mena en su recital del pasado miércoles era, sobre el papel, una proeza digna de presenciarse. Se trató de un recital dedicado a Haendel, pero no fue una selección caprichosa de arias las que seleccionó el cantante. Su acercamiento al compositor fue a través de cuatro de sus Primi uomoni -la versión masculina de las Prima donna-, cuatro cantantes castrados que en época de Haendel tuvieron un éxito feroz y para los que el compositor escribió fragmentos vocales muy diferentes, adaptándose a las característica únicas de cada una de sus voces.

Lo que se propuso Mena, por tanto, no era tan sólo cantar a Haendel, sino cantar a Haendel de cuatro maneras diferentes. Hasta qué punto lo consiguió es algo difícil de determinar. Obviamente, la técnica es la técnica y eso es algo difícil de cambiar a la manera en que uno se cambia de jersey.

Así, la varonil voz de Mena conservó sus peculiaridades durante todo el recital. En lo que sí se notó una alternancia fue en los estilos interpretativos que empleó: las arias de bravura dedicadas a Nicolini e Il Lucchesino fueron abordadas con una cierta despreocupación por todo lo que no fueran las diabluras de la coloratura vocal.

También es cierto que a Mena se le notó algo menos cómodo en este menester, como si el cantar notas como una metralleta -algo que hace a menudo- le costase un poco más de lo normal el pasado miércoles.

Los mejores momentos del recital fueron, sin duda, los fragmentos de «Tolomeo», ópera escrita para el gran Nicoló Grimaldi, conocido como Nicolini. Mena se dedicó aquí a expresar y a vestir de dramatismo el texto, y lo hizo con una ductilidad y un gusto sorprendentes incluso para los que ya le conocemos bien.

Los resultados artísticos aquí, y también en el «Cara sposa» y la parte dedicada al Señor Serafini -de cualidades parecidas a las de Nicolini- fueron de primer nivel, y una perfecta muestra de las razones por las que Mena es un intérprete tan respetado. Hay que decir también que pudo apoyarse en un conjunto instrumental notable, en cuyas interpretaciones traslucía una cuidada preparación camerística que iba mucho más allá del simple acompañamiento al cantante.