Carlos GIL

Un buen libreto de Catherine Johnson convierte el repertorio de Abba en un buen motivo para narrar una historia de amor poliédrica, aparentemente fuera de los cánones, pero con un final agridulce en el que, como manda el género, triunfa el amor, aunque sea después de algo de incertidumbre, un poco de sufrimiento y desazón. La madre soltera que vive en una isla griega e intenta que su hija veinteañera no se case y ésta que convoca a sus tres posibles padres a su boda, es una situación que da para recalar por la canciones del grupo sueco y para transmitir un mensaje amable, solidario, de canto a la amistad y la libertad sin excesivas dosis de sacarina y dejando un buen hálito de ganas de vivir.

Un musical en toda regla, con la canciones muy bien encajadas en la historia superpuesta, con un equipo de actores, cantantes y bailarines que consiguen un gran nivel interpretativo, cada uno desempeñando su rol con solvencia y convencimiento, con el protagonismo absoluto de una Nina, tan técnica y perfecta, como distante, perfectamente acompañada por Marta Valverde y Rita Barber, David Castedo o Nando González.

Un espacio escénico práctico y acogedor, un espacio sonoro impresionante, con música en directo, y una iluminación de gran entidad que resalta los numerosos cambios de vestuario y marca los diferentes ámbitos donde suceden las numerosas acciones. Sin lugar a dudas, se trata de una gran producción que satisface por su altísimo nivel de comunicación, cercanía y calidad de todos los integrantes del elenco, con un final de fiesta realmente apoteósico.