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Para muestra, cien días

Patxi López ha cumplido cien días al frente del Ejecutivo de Lakua. El margen que, protocolariamente, la oposición y los medios de comunicación suelen conceder a cualquier nuevo mandatario antes de criticar a fondo su acción de gobierno. Sin embargo, las circunstancias en las que López llegó al cargo han hecho que ciertas críticas rompan ese protocolo. El PSOE alcanzó Ajuria Enea tras la ilegalización de la candidatura de la izquierda abertzale, que además conllevó el arresto de sus promotores y la anulación de más de 100.000 votos que hubiesen sido determinantes. Pero no sólo eso. La lista de López perdió ante la candidatura de Ibarretxe por más margen del esperado, y la mezcla de los resultados y de su discurso alarmista le «obligaron» a apoyarse en el Partido Popular, con el que en el Estado está a la gresca, para lograr la alternancia.

Desde un comienzo López ha querido aparentar que su mandato supondrá un cambio transcendental. Tres son las áreas que ha fijado como prioritarias. Según dijo ayer, son «la lucha contra ETA», medidas contra la crisis económica y garantizar «un futuro de bienestar». La última es tan vaga y lógica que sólo merece decir que no ha dado ni una sola pista de cómo piensa lograrlo. En lo referente a la crisis, en estos primeros compases sólo ha convocado la «mesa del diálogo social», aun a costa de marginar a los sindicatos mayoritarios. Un modelo que ha fracasado recientemente en el Estado como consecuencia de la voracidad del empresariado. Un modelo que en Nafarroa ha evidenciado que sólo sirve para otorgar derecho a veto a los empresarios a cambio de financiación para los sindicatos que asumen ese veto.

¿Y qué decir de su política estrella, de su «guerra contra el terror»? Pues que hasta ahora sólo ha supuesto más y mayores recortes de derechos y libertades. Y por lo tanto, ningún cambio. En realidad, ni siquiera ha actuado contra ETA, sino contra ciudadanos a los que se supone que representa. Ciudadanos a los que amenaza, persigue y golpea por el mero hecho de criticar su política represiva y por proponer una alternativa para una paz justa y duradera. Una paz con la que hasta hace bien poco él decía estar comprometido.

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