Raimundo Fitero
Inmisericorde
Se ha despedido la Bea de Tele 5. Probablemente no ha existido un personaje, una idea básica que haya tenido tantos desarrollos diferentes, tantas tramas, tantas actrices dándole vida, tantos puntos de vista como «Betty la Fea». Se despidió ayer con ochocientas entregas, una buena cifra, pero aunque pudiera tener más camino acabe de súbito porque ya no cumple con los porcentajes de audiencia que la cadena establece para la rentabilidad económica. El propio sistema de producción crea unas tensiones y fagocita a sus propias criaturas a base de una explotación excesiva. Y cuando ya no sirve para los intereses se acaba con el programa, la serie, concurso o el espacio que sea de manera inmisericorde.
Quizás no tenga este problema de longevidad, pero también puede acabar de manera inmisericorde si no cumple con las expectativas de audiencias, «Hermano Mayor» un programa de Cuatro, dentro de su división autoayuda y el episodio por el que transité me dejó cavilando ya que tenía buen pulso narrativo y la dramatización de las situaciones era realmente buena. Quiero decir que esa recreación de una situación tensa se lograba, o al menos se transmitía. Otra cosa es el fondo de la cuestión, o la forma, o su conjunto, que puede producir un cierto rechazo por esa manera de proclamar la misión del Hermano Mayor, que en el caso presenciado consistía en apartar a un joven del consumo de porros.
Por decirlo de una manera rápida, había aparente verdad en lo mostrado, pero de tal manera que se tornaba increíble. Son matices de muy difícil concreción, pero algunas sonrisas, algunas escenas muy sobreactuadas, dejaban entrever una puesta en escena, una reconstrucción de aquellas broncas reconocibles y habituales entre los padres de un joven que ha abandonado los estudios en el instituto y solamente se dedica a fumar docenas de porros de marihuana, y a ir con su moto de aquí para allá, con el consabido mosqueo familiar concretado en una angustia de la madre que necesita medicación. Lo que se veía era real, pero la insistencia retórica del supuesto «salvador» producía un roce que distanciaba. Veremos otras entregas para completar la opinión.