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CRíTICA teatro

El discurso

Carlos GIL

Leo Bassi ha radicalizado su actitud. Lo advierte desde el principio y no defrauda: lo suyo es un discurso contra el cinismo político.

Un discurso al uso sin concesiones, socialista utópico, libertario, anárquico en sus formas. Un discurso que puede considerarse en ocasiones panfletario para proponer la única revolución posible: la utopía.

Una sana ingenuidad que se plasma en la propia transformación escénica de banquero con traje negro en payaso de cara blanca con traje historiado, del ciego cascarrabias que va narrando hechos, circunstancias y opiniones sobre la crisis mundial, la génesis, desarrollo y aparente muerte y resurrección del capitalismo o sobre Aznar; en el tono más reconocible de Bassi, directo, con brochazos gruesos, marcando el territorio, con exabruptos o chistes muy bien armados.

La parte final, la transformación, la vuelta a un pasado circense magnificado, el payaso de cara blanca, la poética, la reconciliación, el recuerdo familiar, el hálito escénico más positivo y con su gran icono, el patito amarillo, ese que se coloca en la bañera de los niños, el de goma que pita al apretarse y se llega a la culminación con el hinchado de un patito gigante, que ocupa todo el escenario y que provoca en el imaginario de los espectadores acto reflejo admitiendo lo amable de un final comunal, de un abrazo dulce.
Leo Bassi, el dominador del tiempo, arropado por elementos escénicos, crítico, agudo en sus apreciaciones teatrales, cercano, sublime, grosero o coqueto, siempre una fuerza teatral.

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