A las diez de la mañana se mezclaban en las calles de Bilbao los noctámbulos con los más madrugadores. No era tiempo de café, porque en algunos rincones seguía la juerga. El termómetro marcaba 26 grados a las once en el Arenal y, en ese ambiente, en la Escuela de Cocina aprendían a hacer talos. A esa misma hora, el calor no impedía que el Gran Circo Mundial y Marijaia acudieran a su cita anual con los más pequeños en el Hospital de Basurto.

Ya a mediodía, mientras unos participaban en el concurso de chipirones y croquetas, una cuadrilla decidía abrir el apetito con sus aceitunas acompañadas de una pata de jamón que despiezaron a la vista de todos. Otros preferían degustar la sabrosa combinación del talo con anchoa de la organización.

Ocupando toda la explanada se celebró la prueba de levantamiento de fardos, con éxito de público, que disfrutó con la espectacularidad de esta modalidad recompensándola con merecidos aplausos.

En el Casco Viejo destacaba la animación que mantenía un clown con malabares, títeres y otros números, compaginando sus cómicos movimientos con la precisión de sus lanzamientos. A ritmo de música de tango se movía un pato; el títere enganchó al público: niñas,niños y no tan pequeños; e incluso alguna romántica pareja se echó a bailar. En el exterior del Arriaga se hizo un hueco para el teatro de calle y quien se acercó hasta allí pudo reírse con gags ingeniosos, con chispa y vibrantes.

Regresando al Arenal, a las 14.30 se procedió a la entrega de los premios culinarios y fue la txupinera la encargada de repartir las txapelas.

El recorrido matinal concluyó en la Plaza Nueva, que acogió una sesión de bilbainadas.