Un nuevo quebradero de cabeza para el premier británico
El Gobierno libio saca los colores a Brown por el «affaire» Lockerbie tragedia sobre escocia
Al hacerlo público, Libia ha convertido lo que para Londres se antojaba un muy provechoso acuerdo -prebendas económicas a cambio de la puesta en libertad de un moribundo- en otro quebradero de cabeza para el contestado primer ministro, Gordon Brown. Su Gobierno se ha mostrado «ofendido» por las «insinuaciones» y ha tratado de sacudirse la creciente presión echando balones fuera, intentando hacer creer que su liberación fue decisión de Escocia.
GARA |
Las presiones aumentaban ayer sobre el primer ministro británico, Gordon Brown, para que explique el papel jugado por su Ejecutivo en la puesta en libertad del libio Abdelbaset Ali al-Megrahi, condenado por el atentado de Lockerbie.
Fue el ministro de Empresa de Brown, Peter Mandelson, quien tuvo que salir al paso de las declaraciones del Gobierno libio y negar la existencia de cualquier tipo de contrapartida económica a cambio de la puesta en libertad de Al-Megrahi, puesto en libertad el pasado jueves en Escocia por motivos de salud.
El ex preso, quien ha pasado ocho años de reclusión y padece un cáncer de próstata en fase terminal, fue recibido como un héroe a su llegada a Trípoli, circunstancia que fue duramente criticada al unísono por los gobiernos estadounidense y británico. Hasta ahí todo «normal».
Pero fue uno de los hijos del líder libio, Seif al-Islam, quien destapó la caja de los truenos al vincular, en una entrevista difundida a última hora del viernes por la cadena «Al-Mutauasset», la liberación del preso con unos jugosos contratos concluidos con el Ejecutivo británico. «En todos los contratos comerciales, de petróleo o de gas con Gran Bretaña, (Al-Megrahi) estaba siempre encima de la mesa», aseguró Al-Islam tras recibir al ya ex-prisionero.
Londres se escuda en Escocia
El Foreign Office se apresuró a desmentir esas afirmaciones. No dudó para ello en intentar lavarse las manos asegurando que todas las decisiones en este caso se habrían tomado en Escocia.
Se escudó para ello en el hecho cierto de que la decisión de excarcelación fue tomada oficialmente por el ministro escocés de Justicia, Kenny MacAskill. Burdo intento, cuando nadie se cree que una decisión de semejante calado pudiera ser tomada por un ente político no soberano como el escocés. El diario «Times» informaba además en su edición de ayer que el ministro escocés pidió el preceptivo informe al Foreign Office antes de anunciar su decisión.
Horas después era el propio líder libio, Muammar al-Gadafi, quien volvía a hurgar en la herida al incluir explícitamente en su lista de agradecimientos ya no sólo a «mi amigo» Brown sino incluso a la reina de Inglaterra y a su hijo Andrew, representante especial de los intereses económicos británicos, por su contribución a la liberación de Al-Megrahi. Tampoco se olvidó el líder libio de saludar «el coraje» y la «independencia» del Gobierno escocés. Todo apunta a que se trató de un simple gesto para compensar la carga de profundidad anterior. Y es que en las últimas horas se ha sabido que el propio Brown pidió a Al-Gadafi por carta que mantuviera un perfil bajo en el asunto.
Rosemary Holls, especialista de Oriente Medio en la City University, señaló que «es difícil de creer que Al-Gadafi pueda a su vez creer que el sistema escocés sea enteramente responsable de lo que finalmente ha pasado».
Pese a ello, Mandelson, que llegó a calificar de «ofensiva» cualquier sugerencia en el sentido de una venta de la puesta en libertad de Al-Megrahi, insistió ayer en echar balones fuera y trató de restar importancia a las declaraciones de Al-Gadafi, asegurando que no habría que tomarlas «literalmente» y situándolas en el marco del «alivio» de los libios al ver a Al-Megrahi otra vez en el país, junto a su familia.
Eso sí, Mandelson tuvo que reconocer que, cuando se reunió este año con el hijo del coronel libio -en la isla de Corfú según se ha sabido estos días-, aquél le mencionó el tema del prisionero, como ha hecho Libia en muchas otras ocasiones, pero aseguró que el desarrollo de las relaciones económicas entre Londres y Trípoli ha estado y seguirá estando totalmente al margen de la liberación de Al-Megrahi.
Estas declaraciones -también el ministro de Exteriores, Dabid Miliband, se rebeló contra «semejantes insinuaciones»- han sido recibidas con escepticismo no sólo por la prensa británica, sino también por la oposición conservadora e incluso en medios diplomáticos.
Silencio «curioso»
El líder de la oposición tory, David Cameron, anunció que ha escrito a Brown para pedirle que explique su posición sobre la liberación del preso y calificó su silencio como «curioso».
«Creo que el público tiene derecho a saber qué opina usted de la decisión de liberar al señor Megrahi y si considera que es justa o no», señala el aspirante conservador en su carta, filtrada al «Daily Telegraph».
Richard Dalton, ex embajador británico en Libia, declaró a la BBC que hay «preguntas que requieren respuesta» y agregó que el silencio oficial no va a redundar en beneficio del país.
Edward Davey, portavoz de los Liberal-demócratas, tercer partido en la Cámara de los Comunes, sugirió que Londres y Escocia actuaron al unísono. «Están bailando uno al lado del otro y no se critican. Yo no creo que el Gobierno de Londres haya presionado al de Edimburgo. Creo que han sido socios en este affaire», sentenció.
Para el «Financial Times», Londres ha encontrado, en este asunto, «un medio idóneo para presentarse al margen» al atribuir toda la responsabilidad a los representantes escoceses.
Los empresarios confirman
Medios empresariales citados por la prensa británica hablan sin ambages de las ventajas que la liberación del libio van a representar para las relaciones comerciales bilaterales.
Lord Trefgarne, ex secretario de Estado de Comercio y actual presidente del Consejo Empresarial Libio-Británico, afirmó que la excarcelación reportará beneficios a las empresas británicas que operan en aquel país, entre las que destacan las petroleras Shell, BP y BG.
Las relaciones bilaterales entre Gran Bretaña y Libia han avanzado con rapidez desde que el entonces primer ministro británico Tony Blair se entrevistó con Al-Gadafi a las afueras de Trípoli en 2004, poniendo así fin a la condición de «paria» del líder libio para las potencias occidentales.
Los gobiernos de Londres y Trípoli ratificaron posteriormente un acuerdo para el traslado de prisioneros entre los dos países hecho a la medida de Al- Megrahi, aunque el Ejecutivo escocés asegura que no se acogió al mismo para liberar al condenado porque no se contó con Edimburgo a la hora de negociar sus cláusulas.
Todo apunta a que lo que parecía un suculento negocio para Londres -conseguir prebendas económicas a cambio de la liberación de un moribundo- podría convertirse en un nuevo quebradero de cabeza para un Brown contestado unánimemente tanto dentro como fuera de su partido. Y Libia, que habría pagado por partida doble en el «affaire Lockerbie», le habría dejado finalmente un embarazoso encargo. ¿Venganza? ¿Aviso a navegantes?
Al-Megrahi insistió en reivindicar su inocencia en una entrevista publicada ayer por la prensa británica. Preguntado sobre quién fue el responsable del atentado, contestó con una sonrisa: «Es una buena pregunta, pero no soy a quien hay que dirigirla», zanjó.