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Jesus Valencia Educador Social

Viva Venezuela antiimperialista

Si firme es su postura frente al imperio viejo, igual de contundente lo es frente al imperialismo nuevo. La Venezuela revolucionaria intenta consolidar numerosos espacios soberanistas

Aquellos que vayan a Venezuela buscando brisas de soberanía y aires de dignidad nacional no quedarán defraudados. Quedan todavía demasiados vestigios de la Venezuela malvendida. La que, cumpliendo el rol que le asignara EEUU, se dedicaba a exportar su petróleo a precio de saldo y a importar todo lo demás a precio de lujo. Transacciones que arruinaron a los sectores populares e inflaron los bolsillos de las oligarquías locales. «En Venezuela la empresa más productiva son los muelles del puerto», reconocía de forma sarcástica uno de aquellos vendepatrias.

Pese a tanto lastre y cicatrices, la Venezuela de hoy es diferente. Bolívar es omnipresente y su espíritu anima un proceso que, con razón, se proclama bolivariano. Bolívar es el símbolo de una gesta libertaria, la evocación de un pueblo que se alzó hasta expulsar a los españoles y que convoca a completar hoy las tareas que quedaron pendientes. La Venezuela emergente mantiene relaciones comerciales y políticas con España, pero no se priva de enjuiciar la historia como lo que fue. Nada de calificar como «encuentro de culturas» lo que fue una conquista en toda regla. Y, arriesgando sus intereses, acaba de denegar la extradición de un refugiado vasco a Madrid.

Si firme es su postura frente al imperio viejo, igual de contundente lo es frente al imperialismo nuevo. La Venezuela revolucionaria intenta consolidar numerosos espacios soberanistas. Ha puesto en órbita un satélite propio y ha recuperado unos pocos «latifundios mediáticos» para dotarse de soberanía comunicativa. Va adquiriendo latifundios agrícolas y los pone en producción para alcanzar la soberanía alimentaria. Va diversificando el campo de sus relaciones diplomáticas y comerciales para no volver a ser, nunca jamás, un apéndice de la metrópoli; en muy poco tiempo ha suscrito acuerdos con China, Rusia, España, Japón, Brasil y Argentina.

Los yankis, atrapados en Irak y Afganistán, no pueden consentir que vaya emergiendo una América configurada como patria grande y, sobre todo, soberana. Ya están sonando tambores de guerra. El atentado contra la constitucionalidad en Honduras y el masivo sembrado de bases militares en Colombia preludian tiempos muy duros. Venezuela se ha convertido en el primer objetivo de la bestia y también en vanguardia del antiimperialismo militante. El Gobierno venezolano es uno de los que, con mayor entereza, ha denunciado en los foros internacionales la nueva agresión imperialista que se prepara. A nivel interno, está utilizando todos los recursos de que dispone para concienciar a su pueblo. Quiere que el pueblo sea consciente de la amenaza que se cierne sobre el proceso revolucionario. Y que tome parte activa en su defensa cuando llegue el día de la agresión.

Las bases populares de la revolución bolivariana han recogido el mensaje. Durante varios sábados de agosto, el Partido Socialista Unificado de Venezuela se ha organizado en cientos de patrullas. Su consiga era contundente: «¡Temblad, temblad, temblad imperialistas; ya estamos conformando las patrullas socialistas».

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