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«Las hogueras del reino», con GARA

«En la conquista de Navarra se acusó de brujos a los del bando agramontés»

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Koldo Landaluze

Periodista y escritor

Nacido en Bilbo en 1965, Koldo Landaluze es escritor, dibujante de cómics y crítico de cine y música. Colaborador habitual de GARA y ZAZPIKA, en 1997 publicó su primera novela “Días de Barrena” (Verbigracia), ambientada en la huelga minera de 1910 en Enkarterriak. El año pasado presentaba “Crónicas de piratas, corsarios y filibusteros” (Astero), ilustrado por él mismo. Este fin de semana llegará a los kioscos junto a GARA “Las hogueras del Reino”.

Ane ARRUTI | DONOSTIA

«El bandeo de campanas anuncia la llegada de 1512. La noche anterior las gentes de Artajona albergaban aún la esperanza de ver cumplida una súplica común: que Dios decantara su justa balanza del lado de sus buenos reyes de Navarra, Catalina de Foix y Juan III de Labrit». Así comienza el relato de «Las hogueras del Reino», la última novela de Koldo Landaluze. En ella nos invita a viajar casi quinientos años atrás y conocer la persecución que tuvieron que sufrir los agramonteses y las «brujas» fieles a su tierra y a sus tradiciones. Estamos a las puertas de la conquista de Nafarroa por las tropas castellanas, con Fernando el Católico al mando. El conde de Lerín, Luis de Beaumont, pretende reunirse con el ejército castellano dirigido por el duque de Alba, pero recibe la noticia sobre la existencia de una niña con una marca de nacimiento, considerada maldita. La niña Domenja y su madre Inés de Barriuso emprenderán una huida que, en un primer momento, las llevará a buscar cobijo en la Iglesia pero pronto, las venganzas, envidias y traiciones las obligarán a refugiarse en tierras de Zugarramurdi.

El argumento, situado entre los años 1512 y 1525, nos sumerge destacados acontecimientos de la invasión castellana, como la sangrienta batalla de Noain o el cerco y la conquista del castillo de Amaiur. Además nos sitúa en el contexto europeo de la época, agitado por la Reforma iniciada por Lutero y las consiguientes corrientes de cristianismo primitivo. Pero Landaluze ha preferido profundizar en el sufrimiento de aquella gente que, como puntualiza Fede de los Ríos en el prólogo de la novela, «sufrieron la expansión de los imperios y el fanatismo de una Iglesia al servicio del Poder». Una de las primeras acciones de los castellanos fue instaurar el Tribunal de la Santa Inquisición, lo que supuso la represión de toda costumbre pagana y la persecución de miles de personas condenadas a huir.

Siempre nos han enseñado la historia con reyes y papas como protagonistas. Usted ha preferido mostrar otro lado de esa historia, ausente en la mayoría de los libros.

Es como mirar en esos renglones torcidos de la historia. Meterte casi en la vida de esas personas anónimas, porque muchas veces en las novelas históricas se tiende a profundizar en la vida de los reyes y papas, y son contadas las ocasiones en las que se mira a la plebe.

¿Qué le ha empujado a contar esa historia «negada»?

En principio la historia se iba a desarrollar casi en la época de la cacería de brujas de Pierre de Lancre en Zugarramurdi pero analizando un poco la historia de aquellas cazas, me di cuenta de que había un origen. Lo de Lancre es casi una derivación de lo que ocurrió con anterioridad. Por ese motivo, decidí mirar hacia atrás y me encontré con un contexto histórico que era muy interesante. Es en los inicios de la conquista de Navarra por parte de las tropas castellanas y resulta que en aquellas campañas se aprovechó lo que era el rencor o la envidia que había para tildar de brujas o brujos a mucha gente que tuvo la «mala fortuna» de haber combatido en el bando equivocado, en el bando agramontés. Entonces, vi que en aquel contexto histórico había, por una parte, esas connotaciones ancestrales del folclore de las brujas y, por otro lado, que en realidad fue una cacería de brujas cruenta.

Sitúenos en el contexto histórico. El relato transcurre entre los años 1512 y 1525, empezando justo antes de la invasión de Nafarroa. ¿Cuál era la situación de aquella época para la «plebe»?

Hay que tener en cuenta que no difiere mucho de lo que podría ser la vida al otro lado de los Pirineos. Es la vida de una época feudal que está a punto de terminar y que dará lugar al comienzo de lo que es el Renacimiento. Lo que sí hay es un contexto religioso muy enconado, porque Lutero y las diversas corrientes que nacen del luteranismo comienzan a arraigarse en Europa, lo cuál sentó muy mal a la Iglesia Católica. Incluso ya dentro de lo que era esa corriente reformista de Lutero descubrimos que había gente que no estaba nada de acuerdo con esa lectura y profundizó mucho más en un intento de volver al cristianismo viejo, en buscar la pureza del cristianismo de Jesucristo y no de San Pedro. Hay unas corrientes milenaristas muy interesantes en aquella época. Pero la plebe seguía siendo la misma, tenía que soportar y pagar los caprichos reales. Y por ese motivo, quizás en un intento por buscar el lado alegre de la vida, y por qué no, por indicar un modelo de vida que se aleja de lo gris, de lo terrible que podía ser vivir en aquella época, surge esa necesidad de reunión, que son los akelarres y todo lo que se desarrolla en ellos.

La historia la protagonizan dos mujeres, Inés de Barriuso y su hija Domenja, quienes inician una huida perseguidas por la Inquisición española y se refugian en tierras de Zugarramurdi. ¿Era la huida la única opción de sobrevivir ante la persecución de la Iglesia?

En un momento determinado, la madre, con ese punto de esperanza, pretende buscar cobijo en la Iglesia -porque antes de la Inquisición sufren la persecución de unos personajes absolutamente enajenados-. Solía ser habitual que, cuando estaban al límite y desesperados, buscaran la solución más cercana en lo que luego sería la más descabellada. Pero bueno, la huida sí es la única opción que les queda, al menos en este relato, porque el intento de buscar cobijo en la Iglesia podría resultar nefasto. Sería como meterse en la boca del lobo. Como muchas personas en aquella edad convulsa, tuvieron que optar por la huida.

Ha elegido el género de la novela histórica. ¿Cree que de este modo ayuda a que la gente se anime a conocer nuestra historia?

No es un género que me atraiga excesivamente, pero sí que hay, más que autores, contadas novelas que me gustan del género. Generalmente, la novela histórica, cuando aborda un periodo o unos personajes, subvierte lo que es la realidad, una realidad que en muy pocas ocasiones se sabrá, porque cada cual ha escrito la historia o bien basándose en algunos sucesos reales o bien, tergiversándola. Esto es, más que nada, una especie de juego y en ese sentido, he optado por un discurso no artificioso, sin tender a retratar la forma de hablar, expresarse o relacionarse de la época en la que se sitúan. A mí me han comentado que se parece más a una novela negra. Es verdad que tiene más influencia de lo que es la literatura norteamericana que de la novela histórica en sí. Tiene un estilo más cercano a esa literatura: más ágil, dinámica, coqueteando incluso con lo que es la novela negra... todo, más que nada, para quitarle lastre.

Pero siempre tomando como base a aquellos personajes que existieron en la realidad y que la mayoría desconocemos porque no figuran en los libros de Historia.

Ha sido una de las partes más interesantes, porque, cuando empecé el libro, tenía ganas de hablar sobre varios personajes que aparecen. Uno de ellos era Johanes de Bargota, que es un personaje fascinante y siempre se le ha relacionado con la leyenda y existió en realidad, igual que la bruja Endregoto de Viana. Entonces, me gustó mucho o fue una prueba personal, una especie de reto. Era mostrar una realidad, unos personajes reales envueltos en una trama ficticia.

No sé si ha sido su intención pero, ¿consigue este libro hacer, en su medida, justicia a aquellas víctimas «olvidadas» o «negadas» durante años?

Sí es cierto que hasta ahora hay personajes que se les ha desubicado en la historia y casualmente, tanto Juan Lobo, Johanes de Bargota o Endregoto, siempre se les ha relacionado curiosamente con pasados los 1600, y resulta que no, que en realidad vivieron en aquella época. Incluso me he permitido el lujo de alargar un poco la vida del brujo, porque él vivió hasta el 1509-10. Más que justicia el reto ha sido jugar un poco con ellos.

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