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Raimundo Fitero

Malo, malísimo

Aristo Mejide le gusta que le llamen malo, iconoclasta, rebelde, pero lo que le pasa es que es un gamberrito de derechas metido a revoltoso mediático. Su ego es tan grande como su impostura. Pero lo de malo del título es porque su incursión televisiva en primera persona es absolutamente increíble por lo infumable. Es un programa malo, malísimo, porque es una copia, mejor dicho una muy mala copia, porque le sale por todos los poros oportunismo, machismo, prepotencia y un discurso reaccionario que tira de espaldas. Malo malísimo porque el presentador, Él, es malo, malísimo, no sabe estar ante las cámaras y aquellas posturitas, tirado sobre la silla de OT, aquí no le sirven y se coloca de pie, sin saber qué hacer con las manos, con voz temblorosa, repitiendo un guión infecto que seguramente tendrá su toque, y se nota, es cuando todo pasa sobre sus engreídas descalificaciones a cualquiera, lo más barato y fácil posible, sin una pizca de ingenio y sin ese don que no se encuentra en ningún despacho de productos químicos que es la fotogenia, la credibilidad ante las cámaras. Mejide es todo lo contrario.

Comenzó con toda la chulería del mundo asegurando que Él también «nos esperaba». No sé exactamente a quién, pero se entendía que a los críticos porque algunos deben haber dado su opinión antes de su presencia en antena. Mal hecho. Es darle argumentos. Nos esperaba, pues aquí estamos. Nosotros dentro de una semanas seguiremos mirando de reojo al electrodoméstico esencial. Risto será pasado imperfecto de la televisión, un error histórico, pero saldrá más rico, más chulo y con el ego más reformado, pero no ha aportado nada. Este «G-20» no es competencia para nadie, porque imita tanto a «El Intermedio», quiere ser gracioso, pero es un simple faltón, le falta clase e inteligencia. Solamente tiene morro, falta de respeto al medio y la suerte de contar con unos programadores tan enloquecidos y suicidas como Él. Nada más, no insista, que no se empeñe en sentirse incomprendido. Este programa, por mucho que satisfaga a la derecha española, por muchos insultos que ponga y se ría de los de siempre, no tiene futuro. Simplemente porque es malo, malísimo.

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