El pasado año fue el del descubrimiento de la nueva realizadora Courtney Hunt, que impactó en Sundance y Donostia con su original ópera prima «Frozen River». Y hay que recalcar su originalidad, porque las películas norteamericanas sobre inmigración ilegal miran hacia el sur y a la frontera con México. Por primera vez alguien nos recuerda que en el norte también se dan situaciones de injusticia, a la que vez denuncia la siempre pendiente integración de lo que queda de la población nativa o indígena. Courtney Hunt demuestra tener una especial sensibilidad para retratar la realidad marginal, por su manera directa de captar ambientes de familias desintegradas por el fantasma del desempleo y demás lacras coyunturales. Se mueve con soltura en espacios reducidos como el de una caravana, sin caer nunca en los tópicos de las películas de carretera. Aquí el coche es un mero instrumento de supervivencia, con el que pasar inmigrantes sobre la frágil superficie helada del río Saint Lawrence, desde Québec al lado de Nueva York.

Con el sabor auténtico que distingue a los oscuros dramas que se desarrollan sobre los blancos escenarios nevados, Courtney Hunt sabe romper la gélida atmósfera de fondo mediante el retrato cercano de una amistad femenina que acaba venciendo las barreras culturales. La mujer blanca abandonada por su marido ludópata se asocia con la india mohawk a la que apartan de su familia, en una relación esperanzadora representada con fidelidad a los personajes por Melissa Leo y Misty Upham, con la segunda orgullosa de que los de su raza tengan una oportunidad en la pantalla.