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Eszenak

Monstruos demasiado humanos

Josu MONTERO | Escritor y crítico

Hace unos días saltó a los medios el nombre de Phillip Garrido. Raptó hace dieciocho años a Jaycee Dugard, una niña de once y la retuvo junto a él engendrando con ella dos hijas que cuentan hoy once y quince años. Pero hay más datos que enturbian aún más los recovecos de la laberíntica naturaleza humana. Él está casado, y su esposa, Nancy, una mujer sumisa y sin voluntad propia según los periódicos, ha sido su cómplice.

«La caja Pilcik» es el texto teatral con el que el dramaturgo catalán Carlos Be obtuvo -ex aequo- el último Premio Serantes. La obra termina con una lista de nombres que podría cerrarse -por ahora- con el de Phillip Garrido; en ella están entre otros muchos Wolfgang Priklopil, Andrej Cikatilo, Josef Fritzl o Hubert Pilcik. Una lista de monstruos. Pederastas cuyos actos han tensado hasta lo incomprensible las nociones de lo humano. Dos recientes piezas teatrales se han sumergido en este perturbador mundo metiendo las manos en los ambiguos pliegues entre la luz y la sombra, el bien y el mal; y lo han hecho sin complacencia alguna y con el único fin de arrojar luz: mirar de frente para encontrar un sentido. En «La caja Pilcik» Carlos Be nos muestra la historia desde el punto de vista del monstruo. Tras ser capturado y sumariamente ejecutado, nos cuenta cómo los médicos hurgan en su cerebro: «Buscan con repugnancia algo que les haga comprender. Qué equivocados están. No encuentran lo que buscan. Hay que crear el monstruo rápidamente. No les interesa que sea tan humano como ellos, prefieren ignorar que ningún monstruo puede vivir más allá de nosotros mismos».

Estamos en 1951 en un pueblo checo cercano a la frontera alemana. Hubert Pilcik es un afable lugareño, pero en realidad forma parte de la Policía Secreta encargada de dar caza a los que pretenden huir a occidente atravesando de noche los bosques. Su método es sádico: se hacen pasar por aduaneros alemanes que acogen a los fugitivos y les invitan a firmar unos papeles de acogida que en realidad son sentencias de muerte. Pero Pilcik lleva una tercera vida -para él auténtica y luminosa-, la de un criminal pederasta que mantiene encerrada a Dasa -una niña de diez años- en una caja con un diseño de pesadilla para facilitar su total control sobre ella. La violencia extrema sexual y pedófila es paralela a una violencia política estructural, la envuelve y le da la mano. «Todos poseemos una mitad a la sombra, adecuadamente plegada para que quepa bien, apartándola de la vista, también es parte de nosotros pero la hemos plegado para que no se vea por miedo, tabúes, culpas, leyes, prejuicios», nos espeta el monstruo.

A principios de este verano que ya da sus últimos coletazos, el barcelonés Festival Grec trajo la ambiciosa y libérrima trilogía sobre «La Divina Comedia» del reputado director y dramaturgo italiano Romeo Castellucci. En «Purgatorio» baja al fondo del pozo de la pederastia en el oscuro ámbito familiar. Un padre, una madre, un hijo, una gasa que vela la escena enfebreciéndola, escasísimas palabras para el terrible y elíptico ritual de una pesadilla infinita: la destrucción de la inocencia. Castellucci sabe cómo llegar al estómago del espectador con sus poderosas y turbadoras imágenes tan cercanas a las pesadillas del cineasta David Lynch. Intensidad subyugante para mostrarnos el horror. Lo demasiado humano del horror.

Fitxa

Usurbil: Irailak 6. 19.00, Sutegi kultur etxea.

Donostia: Irailak 9. 19.30, Liburutegi Nagusiko Sotoa.

Berriozar: Irailak 19. 20.30, Musika Eskola.

Sara: Urriak 2, ostirala. Lurberri.

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