Michael HUDSON I Analista de Wall Street
La crisis está empezando
Tras los discursos tranquilizadores, se juega en realidad una comedia siniestra: lo que ocurre hoy es la reconstitución discreta de las ganancias y de las rentas, de la que el asunto de los bonus es un pequeño símbolo. Y muy malos golpes se preparan contra la Seguridad Social y las jubilaciones
Era previsible: el menor temblor de la coyuntura iba a ser interpretado como la señal del comienzo del fin de la crisis. Un trimestre de crecimiento no negativo ha bastado para que los traders y los bonus vuelvan con ardor. Se intenta tranquilizar como se puede. Así, el instituto patronal francés Rexecode subraya que «el ajuste a la baja de los efectivos en la fase recesiva actual ha sido más débil que el observado en precedentes fases recesivas».
Suponer que la recesión pueda ser borrada por una minirrecuperación es no ver más allá de la punta de la nariz. Que el ajuste sobre el empleo haya sido (relativamente) moderado, tenida en cuenta la amplitud del choque, es posible. Pero la contrapartida es un retroceso brutal de la productividad que Rexecode cifra en el 2,2%. Esto quiere decir que los resultados de las empresas se degradan otro tanto, así como las finanzas públicas por la parte del paro parcial que toman a su cargo. ¿Quién puede creer que las empresas no van a intentar restablecer sus ganancias, bloqueando los salarios, o ajustando sus plantillas? Todos los dispositivos, como el paro parcial que juega un papel considerable en Alemania, tienen una duración de utilización limitada. Y, cuando se agoten, los despidos directos tomarán el relevo. El Gobierno francés lo sabe bien, y ha presentado más bien un perfil bajo a propósito del «retroceso» reciente del paro, adquirido a golpe de «estadística creativa» y que no impedirá su aumento ulterior (bajo reserva de nuevos tratamientos «estadísticos»).
La hipótesis de una recuperación significativa es poco probable debido precisamente a los ajustes frente a la crisis. En los Estados Unidos, la tasa de ahorro de las familias ha aumentado sensiblemente, lo que quiere decir que el sobreconsumo basado en el sobreendeudamiento no podrá ya volver a encontrar su papel de motor del crecimiento. China se reactiva también, pero la demanda interna juega un papel más importante que las exportaciones, lo que implica también menores importaciones y por tanto mercados menos dinámicos para los Estados Unidos o Europa. Japón está catatónico, el Reino Unido casi en quiebra y Alemania no cuenta más que con las exportaciones, contribuyendo así a deprimir el crecimiento en toda Europa. Un sector motor como el automóvil va a averiarse una vez que los planes «renove» y similares sean suprimidos. Y las empresas no están en absoluto incitadas a invertir más allá de un mantenimiento de las capacidades de producción en algunos sectores. No hablemos del «ladrillo».
Los próximos meses verán, pues, ponerse en marcha un nuevo bucle recesivo alimentado por dos mecanismos que no actúan aún. En primer lugar, la demanda salarial va a acabar por estancarse debido a la bajada del empleo y el bloqueo de los salarios. A la vez, las medidas destinadas a reabsorber los déficits presupuestarios van a anular progresivamente el efecto de arrastre de los gastos públicos y sociales sobre la actividad económica.
Sería pues erróneo dejarse impresionar por el sentimiento general de alivio: «¡Bueno, finalmente no era tan grave!». Tenemos, al contrario, ante nosotros varios años de crecimiento deprimido y de medidas de austeridad destinadas a enjugar los planes de relanzamiento. Tras los discursos tranquilizadores, se juega en realidad una comedia siniestra: lo que ocurre hoy es la reconstitución discreta de las ganancias y de las rentas, de la que el asunto de los bonus es un pequeño símbolo. Y muy malos golpes se preparan contra la Seguridad Social y las jubilaciones.
Todo esto es, después de todo, comprensible: los intereses sociales dominantes no tienen más que un único objetivo, restablecer el funcionamiento del capitalismo anterior al estallido de la crisis. Es lógico pero al mismo tiempo absurdo. Lógico, porque no existe alternativa: de la última gran recesión (la de 1974-75) el capitalismo pudo salir al precio del gran giro neoliberal de comienzos de los años 1980. Pero no hay en el fondo más que dos formas de funcionar para el capitalismo: «a lo Keynes», como durante los «Treinta Gloriosos», o «a lo liberal». Como las presiones sociales son insuficientes para volver a la primera fórmula, no queda otra salida que ir aún más lejos en la vía neoliberal. Pero es absurdo: esta vía está taponada de forma duradera porque sus condiciones de viabilidad han sido destruidas por la crisis financiera. Tal es la contradicción mayor del período que se abre.
(Traducción de Alberto Nadal para «Viento Sur»)