«La meta estaba mal señalizada y no la vi; si no, hubiera sido oro»
Plata en ruta y bronce en contrarreloj, Mikel Petrina se estrenó a finales de agosto como medallista en el campeonato del mundo de trasplantados, que se celebró en Gold Coast (Australia), con la participación de 4.000 deportistas. Pese al éxito, el ciclista de Ukar, que ya acumulaba dos oros, una plata y un bronce europeos, no acabó satisfecho, pues dos errores le impidieron conseguir un palmarés mejor.
Natxo MATXIN |
A sus 60 años, Mikel Petrina se siente como un chaval dando pedales por las carreteras navarras. Cuando asciende un puerto, este subcampeón mundial no se para a pensar en que el esfuerzo lo debe soportar un corazón que le concedió un generoso donante hace una década, sino en sacarle todo el jugo a esa prórroga de diez años que de momento le ha dado la vida. En su particular cuentakilómetros queda todavía mucha distancia por recorrer.
Consiguió la plata, pero a punto estuvo de hacerse con el oro.
El día anterior el transporte nos llevó muy tarde hasta el lugar de la prueba, sólo me dio tiempo a inscribirme y no pude comprobar cómo era el circuito. Al final un corredor holandés, Wim Hoentjen, y yo llegamos escapados a los últimos 700 metros, pero la línea de meta estaba muy mal señalizada y la vi en el último momento, por lo que no me dio tiempo a superarle en el sprint, pese a que llegaba más fuerte que él. Fue una pena y me dio mucha rabia.
Bueno, ser subcampeón del mundo tampoco está nada mal.
Es cierto, pero tuve tan cerca el poder ganar... La verdad es que más que el título en sí, lo que mueve es el orgullo de conseguir los frutos al trabajo realizado durante todo el año. Te fastidia que por un detalle no lo haya podido plasmar en un oro. De todos modos, es la primera vez que consigo alcanzar los metales en un Mundial, en los anteriores en los que he participado he tenido auténtica mala fortuna.
Porque el broche a su actuación fue conseguir el bronce en la prueba de contrarreloj.
También en esta modalidad me equivoqué en la forma de afrontarla. En el circuito había un repecho que subir en cuatro ocasiones, me recomendaron ha- cerlo en plato, pero la tercera ascensión se me atragantó y ahí perdí entre ocho y diez segundos esenciales. De haber subido en piñón, como hice en la última, no hubiera perdido ese decisivo tiempo y tendría también la plata.
De sus palabras se destila mucha autoexigencia, ¿hay tanta competitividad en estas pruebas?
La cosa se está especializando muchísimo, ahora el que corre viene muy bien preparado y a tope; si no lo estás, te quedas atrás.
Suena casi a profesionalismo.
Muchos de los participantes han corrido en bicicleta en diferentes categorías y saben cómo afrontar una prueba de éstas. Nadie se desgasta dando un relevo de más y el escaqueo a la hora de tirar del grupo está a la orden del día. La gente no es novata, algunos se esconden en el grupo y guardan fuerzas para el final. Vamos, como en las pruebas profesionales.
Dice que su éxito es fruto de un trabajo continuado, ¿cuánto tiempo dedica a entrenar?
Pues entre unas 15 y 20 horas, repartidas entre cuatro días a la semana en la época de mayor preparación, que suele ser entre marzo y julio. El resto del año no entreno con tanta intensidad, aunque nunca dejo de dar pedales, incluso en invierno, ya que hago spinnig en casa. Las jornadas que más kilómetros ando suelen ser entre 150 y 180, y las suelo realizar casi siempre con un grupo de compañeros con los que adquiero el fondo necesario para competir.
¿Cómo le dio por volcar todo su esfuerzo en este deporte?
Desde crío siempre he andado en bicicleta. Cuando estuve siete meses bastante mal, a la espera de un corazón, ni se me pasaba por la cabeza volver a sentarme en un sillín. Pero después del trasplante, que fue como la noche y el día para mí, enseguida le pregunté a mi médico a ver cuándo podía volver a subirme a la bici. A los seis meses comencé de nuevo a salir a la carretera y enseguida me animó a participar en campeonatos porque las pruebas de esfuerzo a las que me sometieron daban muy buenos resultados. Y hasta hoy día.
¿Qué metas deportivas se marca a partir de ahora?
Cada año hay algún campeonato en el que competir. Tras la disputa del mundial, en el 2010 se celebrará el estatal en Aranda de Duero y el europeo se celebrará en Dublín. Este último es como si fuera un mundial porque en él participan italianos, holandeses, franceses y eslovenos, que son los mejores ciclistas del momento.
Competición y publicidad. Son los dos objetivos que persiguen los diferentes campeonatos deportivos de trasplantados que se celebran tanto a nivel continental como mundial. Aunque se ha avanzado mucho, Petrina asegura que todavía queda bastante camino por recorrer para concienciar a la sociedad sobre el tema de las donaciones.
No cabe duda de que tiene carácter competitivo, pero este tipo de certámenes también perseguirán otros objetivos por lo especiales que son.
En realidad se comenzaron a organizar para que la gente pudiera comprobar los progresos de las personas trasplantadas, entender que pueden llevar una vida relativamente normal e incluso hacer deporte sin ningún problema. Todo ello con la idea de fomentar las donaciones.
De hecho, las pruebas están diseñadas para una mayor participación.
Así es, los recorridos tanto de la modalidad de contrarreloj como en ruta son muy cortos, siete y veintitantos kilómetros, respectivamente. Ha habido ediciones en las que algunos corredores han participado con mochilas a la espalda, como si fuera un paseo, pero ahora la gente llega muy preparada y hay mucha competitividad.
¿Se sienten un poco abandonados los deportistas trasplantados por parte de las instituciones?
Cuando empecé a competir, pues sí. Pero ahora reconozco que recibo bastante apoyo, sobre todo económico, tanto desde la Fundación Miguel Indurain como de la Federación Navarra de Ciclismo. Lo que todavía nos falta es una mayor presencia en los medios de comunicación. N.M.