Arenys mira al futuro, Madrid a la prehistoria
Escocia y Catalunya son dos naciones euro- peas con señas de identidad muy marcadas. Ambas tienen una larga historia. También el volumen de población resulta similar. Y se parecen en que una gran parte de sus ciudadanías no se conforma con todo eso, sino que quiere además que sus países lleguen a ser estados, igual que el británico o el español. Sin embargo, hay una diferencia de fondo: mientras Londres recibe de momento con fair play democrático la posibilidad de que los escoceses se pronuncien sobre la independencia en referéndum en 2010, en el caso español basta con una consulta testimonial sobre un censo que no llega a 7.000 personas para que salten todas las alarmas, materializadas en vetos judiciales y parafernalias falangistas.
Efectivamente, Madrid tiene motivos para la preocupación. `El País'' recordaba ayer que los barómetros de la Generalitat constatan una subida de seis puntos del independentismo desde 2005. Y ``La Vanguardia'' recogía otros sondeos que estiman que el apoyo a esta opción podría llegar al 40% si efectivamente se permitiera votarla de modo normalizado. Además, los inde- pendentistas catalanes reunidos ayer en Arenys de Munt no dejaron de corear gritos en favor de Euskal Herria, donde todas las encuestas de los últimos años sitúan la adhesión a la independencia por encima del 30%, todo ello pese a la frustrante constatación de que ésa no es una opción materializable en este momento.
Al ensayo de Arenys le contesta el Estado con la Falange, un partido que significativamente sí es legal al contrario que la izquierda independentista vasca, y con una prohibición judicial heredera directa de aquel «España una, grande y libre». A la vista está que son las mismas recetas que se usaban hace tres cuartos de siglo. Un tiempo en el que el Estado español no pudo primero acabar con los independentistas y no ha sabido después ofrecerles alguna solución democrática.
A Madrid se le acaba el tiempo histórico. El referéndum de Arenys es una prueba de que los independentistas están dispuestos a echar a andar en Catalunya, y quizás muy pronto también en Euskal Herria.