Iñaki LEKUONA | Periodista
El síndrome del colonizado
Paul Girot de Langlade era un completo desconocido en la metrópoli hasta que el ministro del Interior, Brice Hortefeux, amiguísimo de Nicolas Sarkozy, decidió suspenderle en su cargo de prefecto de las colonias de Ultramar. Y todo porque monsieur Girot de Langlade, que llegaba al aeropuerto de Orly desde la Reunion, se mostró algo desconsiderado cuando un agente de origen antillano le hizo esperar. «¡Dése prisa! ¡Esto parece Africa! ¡Aquí no hay más que negros!» Qué lindo gatito.
Hace ahora diez días el bueno de Hortefeux participó en los actos de rentrée de la UMP, en Las Landas. Cuando se encontraba con el portavoz parlamentario del partido, Jean-François Copé, un militante conservador se les acercó para fotografiarse con ellos. Las imágenes, captadas por una televisión pública, han visto la luz en Internet pese a la censura. Puede verse a un tipo de origen magrebí, pero eso sí, que «come cerdo y bebe alcohol», tal y como se escucha a una mujer que asiste al evento. «Ah, entonces no corresponde al prototipo», se le ocurre decir a Hortefeux al tiempo que la gente alrededor le ríe la gracia. «Uno está bien», continua el gracioso de Hortefeux, espoleado por las risas generales. «Cuando sólo hay uno, ni tan mal. Los problemas comienzan cuando hay muchos». De nuevo, un coro de risas.
El problema no es que el ministro de Interior francés sea un racista. El problema es cuando el tipo objeto de injurias, en este caso el militante de origen magrebí, sale a la palestra para defender a su maltratador y asegurar que él en ningún momento se sintió ofendido. No sé de qué me asombro, si en esta diminuta Euskal Herria ya conocemos de sobra este síndrome del colonizado.