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Memoria y gastronomía, en la galería del buen gusto de Gorriti

Entre añejas botellas de vino o «coronando» stands con frutas de todos los colores, esculturas; colgadas del techo, estructuras repletas de memoria y objetos identificados con el característico azul Gorriti. El creador de Arribe expone en Donostia en un espacio poco habitual.

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A.EREÑAGA |

En el escaparate, y a modo de declaración de intenciones, unas calaveras de vacas y ovejas desafían a los transeúntes. Es una especie de akelarre azul, ése color tan característico de Juan Gorriti, hecho con cal y agua; es «Aralar». Si fuese una galería de arte, la imagen quizás no chocase tanto, pero es que el lugar donde el carpintero-oteador-artista de Arribe expone (y vende) sus obras es una céntrica tienda de Donostia. Aunque quizás llamar «tienda» a Don Serapio no sea lo más correcto. Ubicada en el número 22 de la calle Sancho el Sabio, en el barrio de Amara, Don Serapio es un amplio espacio gastronómico, repleto de productos de calidad, que, con iniciativas como la exposición de Gorriti, busca impulsar a su vez iniciativas culturales.

Fue al propio Gorriti a quien se le antojó exponer en este espacio, que él no duda en definir como «la galería del buen gusto». Gorriti, quien ha mostrado su obra últimamente en ciudades como Barcelona, explica, con sorna que «después de ver en el Guggenheim la exposición de Kiefer (Anselm Kiefer, el mayor representante del neoexpresionismo, al que el museo bilbaino dedicó una antológica en 2007) me dije: «`si esto parece nuestra ganbara'». Ahora surge «Lur ganbara», título de la muestra, y con la que parece como si los camarotes de los caseríos de Arribe -o el de Gorriti, donde expone también su propia obra- hubieran decidido «tomar» la ciudad y retrotraerla a sus raíces rurales. «En los caseríos todo se guarda en la ganbara, durante generaciones y generaciones. Y, al final, ¿qué sucede? que el tiempo demuestra que es un gran artista», explica Gorriti. «El tiempo es el mayor artista y también la necesidad. Si los reúnes...» surge arte, terminamos su frase. Lo cierto es que este discípulo de Oteiza y Mendiburu, como se reconoce, se esfuerza en relativizar su papel en el proceso artístico. «Yo no creo que haga esculturas -explica-. No he creado eso, sino que lo he visto y le he dado tiempo. Hay que ver, sentir». De hecho, define a sus esculturas como «topaketak» (encuentros); encuentros entre el material -madera, libros, objetos inservibles...- y él, que lo ve y lo transforma. «Ver y sentir. En una ocasión, hace unos veinte años, vino a casa un veneciano con una pareja a comprar una escultura. ¿Y esto qué quiere decir? me preguntaron. Comencé a hablar y aquel veneciano me dijo: `¡Gorriti, no siga hablando, que su obra se cae!'», explica entre carcajadas. Las obras estarán expuestas durante tres meses. «Luego me gustaría exponer en una cuadra. En las galerías siempre es lo de no tocar: esto es para tocar, oler...»

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