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Independentismo en Europa

Escocia quiere decidir si camina sola en el futuro

El anuncio realizado a comienzos de setiembre por el primer ministro escocés, Alex Salmond, de que convocará un referéndum sobre la independencia en 2010 supone un paso más en el proceso que busca recuperar la soberanía para esta nación europea. El propio Salmond destacó ante el Parlamento que «este Gobierno fue elegido con un mandato popular para celebrar un referéndum sobre el futuro de Escocia».

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Martxelo DÍAZ

De hecho, toda la estrategia para alcanzar la independencia de Escocia aparece en el documento «Choosing Scotland's Future. A national conversation (Eligiendo el futuro de Escocia. Un diálogo nacional)», elaborado por el Gobierno escocés en 2007, poco después del nombramiento de Salmond como primer ministro.

Según el análisis de Salmond, cuando ha pasado más de una década de la Scotland Act, que devolvió a los escoceses el derecho a elegir un Parlamento que legislara sobre las cuestiones transferidas por Londres, existen tres opciones de cara al futuro. La primera de ellas es dejar las cosas como están, con una Escocia autónoma con competencias en algunos ámbitos, pero con un Gobierno británico que mantiene el control en áreas estratégicas. La segunda sería redefinir el actual marco autonómico, dotando al Gobierno escocés de más competencias en materias como fiscalidad. La tercera, que es por la que apuestan claramente Salmond y su partido, el SNP, es optar claramente por la independencia.

Actualmente, Escocia está integrada en el denominado «Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte» a través de la Unión de las Coronas de 1603 y las Acts of Union de 1707 y 1801. A grandes rasgos, se trata de una unión de territorios bajo un mismo monarca. En los últimos años, Gran Bretaña ha experimentado un proceso de descentralización mediante la devolución de poderes que habían sido asumidos por Londres. Así, en 1999 volvió a instaurarse el Parlamento escocés en Edimburgo.

Procesos similares se han registrado en Gales y el norte de Irlanda. Los independentistas escoceses quieren dar un paso más y romper los lazos que todavía les unen a Inglaterra.

El planteamiento es que la firma de las actas de unión no supone una renuncia al derecho de los escoceses a decidir su futuro. Tal y como las clases dominantes optaron por la unión con Inglaterra en los siglos XVII y XVIII, el pueblo escocés puede elegir separarse en el siglo XXI.

En este sentido, destacan que «Escocia es una entidad política y territorial reconocida, con su propio sistema legal, fronteras e instituciones independientes».

El Gobierno escocés quiere entablar negociaciones con Londres para avanzar hacia la independencia. Para ello, «sólo» haría falta que las autoridades británicas renunciasen a las competencias que aún mantienen y que no han sido transferidas a Edimburgo. En otras palabras, que el Gobierno y el Parlamento escocés asumiesen la responsabilidad de las áreas que actualmente retiene Londres.

Actualmente, las competencias que Londres se ha reservado son la Corona; la seguridad, servicios de inteligencia, relaciones internacionales y defensa; la política fiscal, económica y monetaria; inmigración y nacionalidad; derechos de los trabajadores, salud, seguridad y relaciones industriales; petróleo, gas, carbón, energía nuclear y suministro eléctrico; transporte por carretera, tren, mar y aire; seguridad social, apoyo a la infancia y pensiones; y radio y televisión. Todo lo demás, está ya en manos de los escoceses.

¿Qué cambiaría para los escoceses tras acceder a la independencia? En primer lugar, que podrían regular sus relaciones con otras naciones de igual a igual, sin depender de los intereses británicos.

En este sentido, el documento del Gobierno de Edimburgo destaca que tras la independencia, Escocia continuaría siendo miembro de la UE, pero en igualdad de condiciones con los demás estados, sin estar dependiendo de Gran Bretaña. De este modo, podría tener catorce eurodiputados, los mismos que tiene Dinamarca, en lugar de los siete actuales.

El plan de los independentistas escoceses no incluye la proclamación de una república, ya que, según señalan, «Su Majestad la Reina seguirá siendo la Jefa del Estado en Escocia. Tendríamos Reinos Unidos en lugar un Reino Unido».

Desde estas latitudes, esta postura puede ser difícil de comprender, pero actualmente, la reina de Inglaterra sigue siendo la Jefa del Estado de 16 países independientes, todo un récord Guinness. Son Antigua y Barbuda, Australia, Bahamas, Barbados, Belice, Canadá, Granada, Jamaica, Nueva Zelanda, Papúa-Nueva Guinea, San Cristóbal y Nevis, Santa Lucía, San Vicente y las Granadinas, las islas Salomón, Tuvalu y Anguilla. La Escocia independiente pasaría a ser el decimoséptimo.

Los escoceses ya tuvieron oportunidad de acudir a las urnas en 1997, cuando votaron en referéndum sobre la devolución de poderes al Parlamento y al Gobierno escocés. Entonces, 1.775.045 personas (el 74,3%) votó a favor de que Escocia contase de nuevo con un Parlamento, mientras que 614.400 (el 25,7%) lo hicieron en contra.

En esa consulta existía una segunda pregunta, sobre si ese Parlamento debía tener competencias fiscales. 1.512.889 personas dijeron que sí (el 63,5%), mientras que 870.263 optaron por el no (el 36,5%). Sin embargo, esta segunda demanda todavía no ha sido satisfecha por Londres.

Según las intenciones de Salmond, para convocar un referéndum sobre la independencia de Escocia únicamente es preciso un acuerdo del Parlamento escocés.

A la hora de fijar cuántos votos son necesarios para acceder a la independencia, el Gobierno escocés destaca que lo reconocido internacionalmente es el 50% más uno de los votos emitidos. Cualquier condicionamiento sobre mínimos de participación o porcentaje de votos favorables requerido para validar el resultado favorable a la independencia sería «un instrumento arbitrario para frustrar el objetivo de que el pueblo escocés pueda mostrar su voluntad», destaca el Ejecutivo de Edimburgo.

«El actual Gobierno escocés cree que el mejor futuro para Escocia es ser un país independiente y soberano como muchos otros países europeos. Sin embargo, esta decisión sólo puede ser tomada por el pueblo escocés, después de escuchar los argumentos a favor de la independencia y comparar con otras formas de cambio constitucional», subraya el Ejecutivo de Salmond.

El primer paso para ello debe ser que el Parlamento escocés debe dar el visto bueno a la propuesta de convocatoria de referéndum, lo que podría no producirse. El SNP tiene 47 escaños y su socio de Gobierno, Scottish Greens (verdes), dos. La parlamentaria independiente Margo MacDonald también podría votar a favor de la consulta. En total, son 50 escaños. Frente a ellos, se sitúan los laboristas (46), conservadores (17) y liberal-demócratas (16), que suman un total de 79.

 

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