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Fede de los Ríos

¿Por qué le llaman autoridad, si lo que quieren es dominación?

Acostumbrados a que su monólogo sea siempre acatado, les irrita la posibilidad de un diálogo. Los valores propugnados son los del fascio. La sumisión a un jefe como autoridad natural propiciada por la ley. La que ellos escriben

Esperanza Aguirre quiere convertir a los docentes en agentes de la autoridad, poner tarimas en las aulas, y se declara partidaria de que alumnos y alumnas se levanten para darle los buenos días cuando el profesor-autoridad entre en el aula. Partidaria como Sarkozy de enterrar el «espíritu de mayo 68» que ha emponzoñado el espíritu de los jóvenes ocasionando la famosa pérdida de valores y de respeto por la autoridad.

Esta enterradora de la razón y de la libertad, resentida como pocos, no estará satisfecha hasta llevarnos a todos a su charca de estulticia, donde ella y los de su calaña chapotean en las sucias aguas de la infelicidad, inhalando los miasmas producidos por la represión de los deseos.

Y no habla de una autoridad moral, aquella que se impone por convencimiento fruto de la razón, sino de una autoridad jurídica, es decir, la impuesta por obligación gracias a la ley.

Enggrrique Múgica Herggzoj quiere que el alumnado se dirija de usted al profesor. A Don Enrique el tuteo entre alumnos y profesores le resulta «chabacano»; al parecer añora su paso por el Colegio Católico Santa María-Marianistas de San Sebastián. Un colegio como Dios manda, donde no se confundía libertad con libertinaje.

Gracias a los mal llamados medios de comunicación, pareciera que el profesorado es apaleado un día por los padres y otro por el alumnado. Promoviendo por parte de miserables jefes de redacción de la práctica totalidad de radios y televisiones una demanda de orden y autoridad ante lo que parece un clima de desorden y caos generalizado en las aulas.

Los mismos medios que producen abyectos programas dirigidos a los jóvenes donde se les alecciona e instruye en la insolidaridad, en la competitividad para ser el primero pisando, si es necesario, a cristo bendito, mostrando como modelos de conducta a individuos narcisos cuya única finalidad es la satisfacción de poseer más bienes que el vecino ahora hablan de pérdida de valores. ¿De qué valores? ¿De los que cotizan en bolsa, cabrones?

Si a los políticos les preocuparan los niños y los jóvenes prohibirían la publicidad a ellos dirigida que no es otra cosa sino engaño. No crearían ídolos imbéciles como futbolistas que apenas saben escribir sus nombres, a los que entregan decenas de millones de euros y heroínas cuya conducta haría enrojecer a la propia Mesalina. Es que son personajes populares, dicen los malnacidos.

Apelan a los valores tradicionales. El miedo y la sumisión de los de abajo, lo que siempre han anhelado. Acostumbrados a que su monólogo sea siempre acatado, les irrita sobremanera la posibilidad de un diálogo. Los valores propugnados son los del fascio. La sumisión a un jefe como autoridad natural propiciada por la ley. La que ellos escriben.

Lo triste es encontrar a docentes encantados por las medidas anunciadas. Nada extraño, por otra parte. ¿Quieren ser autoridad por ley? Alístense en el cuartelillo más cercano. Con sus estudios, seguro les hacen cabo primero, eso por lo menos.

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