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Josebe EGIA

Crisis sobre crisis

La crisis está llegando a todos los ámbitos. Hasta donde hay crisis por otras razones, la crisis económica condiciona las soluciones. Me explico. Una amiga, abogada matrimonialista, me cuenta que tradicionalmente septiembre es el mes de los divorcios por excelencia -ya se sabe, la convivencia mata la pasión-, pero este año, aunque las consultas sobre la materia siguen siendo numerosas, los procesos de divorcio parece que van a ser menores.

En realidad, no es que el verano sea la época en la que se pierde el amor, sino que es la época en la que aquellas parejas que sobreviven durante el curso porque apenas se ven se encuentran con todos los problemas juntos y la incomunicación -es decir, el desamor- que durante el resto del año se sortea con la rutina se hace patente y a veces cosas nimias, como una simple discusión de si vamos o venimos, sirve de detonante.

Curiosamente, aunque las dificultades económicas suelen ser a menudo causa en los divorcios -hay matrimonios que aguantan si la economía familiar va bien, si tienen hijos e hijas en edad escolar y si el presupuesto alcanza a fin de mes, pero que se rompen cuando eso falta- y por tanto la crisis actual podría ser el desencadenante de un aumento de rupturas matrimoniales, en la realidad no está siendo así, sobre todo en las economías más precarias. No hay posibilidad de repartir lo poco que se tiene y comenzar una nueva vida. El desempleo, el pago de la hipoteca o la falta de liquidez llevan a reconsiderar una medida que siempre es traumática. Así, cada vez son más las parejas que optan por soluciones intermedias para ahorrar costes y aplazar un litigio que les puede resultar muy caro en este momento, como irse a vivir a casa de sus progenitores -creando de paso otro problema- o, incluso, seguir compartiendo el piso, con lo duro que eso resulta cuando la crisis ha estallado.

Por otra parte, los datos nos dicen que en un 33,7% de los casos son las mujeres las que deciden presentar la demanda de divorcio, 10 puntos por arriba sobre las veces en que los hombres dan ese paso. No cabe duda de que este dato está en concordancia con el hecho de una mayor incorporación de las mujeres al mercado laboral. El que ellas tengan un salario propio les sitúa en una mejor posición para decir «agur» cuando las cosas no van bien. Y es que la independencia económica posibilita, entre otras cosas, romper lazos de dependencia que en muchas ocasiones son nefastos para la convivencia, y no sólo de la pareja, sino también para las hijas e hijos que, en demasiadas ocasiones, son testigos de las tensiones y violencia con que viven su padre y su madre la relación de pareja, aunque ésta no se traduzca en malos tratos físicos.

Por eso, no nos bastan las cifras macroeconómicas para conocer el alcance que la crisis está teniendo sobre la vida de las personas. Cuando se analizan sus consecuencias, hay que incorporar también todo el sufrimiento psíquico que conlleva: inseguridad, miedo, convivencias penosas...

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