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El cineasta bilbaino Pedro Olea recibió el premio «Una Vida de Cine» por su trayectoria

A. A. | DONOSTIA

«Prefiero barrer un plato que ser el mejor economista del mundo», les gritó Pedro Olea, completamente borracho, a sus padres cuando en cuarto de Económicas se dio cuenta de que lo que quería hacer era cine. Fue cuando el director de títulos como «Akelarre» o «El maestro de esgrima» se trasladó a Madrid y compaginó sus estudios con clases de la Escuela de Cine. «A la facultad no iba más que cuando había que correr delante de los grises, en cambio, de la Escuela de Cine no salía».

Desde entonces no ha parado de trabajar en lo que es su pasión. «El cine ha sido lo más importante de mi vida. Si haces lo que te gusta, te va bien y puedes vivir de ello, es que eres un afortunado». Ayer recibió el premio «Una Vida de Cine», que anualmente concede Kutxa, en reconocimiento a su trayectoria de cerca de una veintena de películas. El bilbaino recibió la escultura Bilbe III de Mikel Cristti.

En el 25 aniversario de la obra que marcó un punto y aparte en su carrera, Olea ha realizado una nueva versión de «Akelarre», película que ayer se proyectó en Donostia y que, con motivo del premio, se va a poder ver en dieciséis localidades guipuzcoanas. «Todas mis películas duran hora y media y «Akelarre» duraba hora y tres cuartos. Cuando la revisé, vi que había cosas que se repetían y que hacían que la acción no avanzara. Le hemos pegado un tajo de doce-catorce minutos. Bueno, lo hemos `peinado'. Creo que ha ganado mucho en ritmo».

Lejos de retirarse, Olea hablo de cuatro proyectos que tiene en marcha, entre ellos, un largometraje con un guión de Mitxel Gaztanbide.

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