David Sánchez Bote y Aitor Urzelai Inza MIK, S. Coop
Innovación Abierta
De que vivimos en un mundo con el conocimiento cada vez más distribuido no hay duda, como tampoco la hay en el hecho de que contamos, y cada vez más, con herramientas tecnológicas que pueden facilitar esa conexión entre el saber de las personas
Una de las respuestas más obvias a la hora de buscar soluciones a la crisis proviene de la innovación o, para ser más específicos, de la necesidad de acelerar la innovación. En esta labor puede ser muy interesante que las empresas acometan procesos de los llamados de Innovación Abierta. Este tipo de innovación es aquella concebida como un sistema abierto en el que tanto agentes internos como externos a la organización participan en dicho sistema.
Es decir, asumimos que existe un conjunto de personas fuera de nuestros límites organizacionales que podrían aportar un valor muy importante a la hora de desarrollar/innovar en nuestros productos y/o servicios. Realmente, el fin es poner en práctica el programa de la inteligencia colectiva, es decir, se trata de cómo podemos conectar a ese conjunto de personas para que, a través de la competición y la colaboración entre ellos, emerja un producto, idea, etc. lo más inteligente posible.
De que vivimos en un mundo con el conocimiento cada vez más distribuido no hay duda, como tampoco la hay en el hecho de que contamos, y cada vez más, con herramientas tecnológicas que pueden facilitar esa conexión entre el saber de las personas.
Pero ¿cómo pueden las empresas poner en marcha programas de inteligencia colectiva? Siguiendo la taxonomía desarrollada por el Center for Collective Intelligence del MIT y por las prácticas que poco a poco se van viendo, sugerimos tres grandes maneras: concurso, colección y colaboración.
Empecemos comentando el tipo concurso. El concurso es aquella forma de poner en juego la inteligencia colectiva en la que los miembros de la comunidad (por ejemplo, mis clientes, usuarios, prescriptores, etc.) no tienen que colaborar entre ellos, es más, compiten entre sí para crear la mejor de las soluciones posibles como respuesta a un problema concreto. Es el modelo de Innocentive o, aún más cerca nuestro, del portal de innovación ideas4all. Es una forma de abrir la innovación, por cuanto una empresa da información sobre sus productos, servicios, etc. a la espera de que alguien dé con una solución innovadora que adoptará para sí.
Normalmente, existe un premio tangible para el ganador y por ello las personas tratan de ocultar sus creaciones, al menos hasta el último momento, a ojos de los demás para no dar pistas. Las plataformas antes enunciadas agrupan y organizan concursos referidos a diferentes empresas, pero algunas se han animado a crear sus propios concursos enfocados a la innovación.
En el tipo colección, los miembros de la comunidad no compiten entre sí pero sí que intercambian sus contenidos sin que ello signifique que colaboren directamente a la hora de crearlos. Por ejemplo, tomemos la comunidad LEGO Mindstorm. En ella, las personas intercambian los innovadores robots que van creando y luego los muestran incluso explicando cómo los han hecho. Así, tenemos una colección de robots inspirados, al menos en parte, unos por otros, pero donde cada uno de ellos es principalmente fruto de un trabajo individual. El incentivo en este tipo de prácticas de inteligencia colectiva no es un premio tangible sino más bien aspectos sociales como la reputación, el estatus, etc.
No se trata de iniciativas para crear desde el conjunto sino para explicitar lo que cada individuo, incentivado de forma distinta, puede dar de sí desde el punto de vista de la innovación. Las diferencias entre las dos formas las encontramos, por un lado, en los incentivos en juego y, por otro lado, en que en la colección es preciso generar mecanismos de gestión de comunidades como pueden ser la normas sociales.
¿Cuándo podemos hablar de la forma colaboración? Se trata de aquellas iniciativas que persiguen desarrollar un contenido (idea, producto, servicio, etc.) de forma coordinada y conjunta. El caso más paradigmático, aunque nada tenga que ver (¿o sí?) con la innovación, es un artículo de la Wikipedia, donde varias personas construyen juntas un mismo elemento.
Es también el caso de un buen número de comunidades de software de código abierto, por ejemplo. En este tipo de iniciativas las necesidades de «gestionar» la comunidad se hacen aún más evidentes, pues no sólo se comparte ya una relación o un espacio, sino también unos objetivos y los caminos para lograrlos.
Los incentivos pasan también a ser diferentes, tomando gran importancia el sentido o el propósito a lograr mediante la comunidad como motor de la acción de los individuos. Por todo ello, aunque en principio esta forma que hemos llamado «colaboración» pueda resultar más enriquecedora y más cercana que lo que entendemos normalmente por inteligencia colectiva, es también más difícil de llevar a cabo.
En definitiva, en este Año Europeo de la Creatividad y la Innovación, apostemos por globalizar nuestros procesos de innovación, por aprovechar la inteligencia colectiva, por abrir las puertas y ventanas de nuestra organización para dejar que corra aire fresco. Un aire fresco que todos agradeceremos en momentos difíciles como el actual.