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Raimundo Fitero

Polemistas

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Nunca he visto a nadie que ponga en su tarjeta de visita: «polemista». Pero sería una manera exacta de definirse, de anunciarse. Existen polemistas y su función es crear polémicas y si éstas salen del ámbito reducido de un gremio o un programa, el polemista alcanza más valor en el mercado. La televisión es ahora una granja-escuela de polemistas. Los polemistas que más conocemos se manejan en la frecuencia baja de la escala de valores, pero también en otros terrenos inciden con sus actitudes.

En la televisión institucional catalana han inaugurado un programa de tarde en el que aparece Berto, el mismo que asiste a Buenafuente, con una sección semanal que habla de la crítica de televisión. Resulta que uno de los críticos de televisión de mayor influencia, que escribe diariamente en El Periódico de Catalunya, tiene a su vez un programa en la televisión local de Barcelona, criticando a la propia televisión. Aquí sí que tenemos motivos para esa reducción de pensar que alguien es «juez y parte».

Esta situación, a mi entender, tiene una primera lectura positiva. Existe un interés por lo que se hace y hasta por lo que se analiza sobre lo que se hace. Una manera de convertir la crítica televisiva en algo más que una defecación individualista, en un ejercicio de egocentrismo. Quizás se debería medir bien esta relación porque las fuerzas son muy dispares. Un periódico, por muy importante que sea, tiene mucha menos incidencia masiva que el programa televisivo de más baja audiencia. Y en el caso que menciono se trata de una televisión pública que critica a medios privados. O casi.

Pues además de esa situación de roce, en la propia TV3, la polemista Pilar Rahola sale enfurecida para protestar por un gag de un programa de la cadena, «Polonia» con Hitler como protagonista. Feroz crítica al programa, delante del director del programa. ¿Un acto de libertad de expresión? Sí. Y es muy sano que suceda dentro de la misma cadena cara a cara. Una intervención de polemista de oficio, que tendrá o no razón, pero que ha logrado que se hable, se escriba, se reflexione, del fondo: ¿es ético y adecuado hacer humor con Hitler o Franco? Yo digo, rotundamente, que sí.

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