Elecciones en Alemania
Los alemanes optan entre la Gran Coalición y otro giro a la derecha
El electorado alemán decidirá hoy la nueva correlación de fuerzas en el Bundestag. De su voto depende si la Gran Coalición de Angela Merkel y SPD se repite o si la canciller puede formar un bipartito con los liberales del FDP. El escrutinio determinará también si la izquierda (Die Linke) se sitúa como segunda o incluso primera fuerza entre los tres partidos minoritarios. Los sondeos auguran una mayor abstención que en 2005.
Ingo NIEBEL | COLONIA
Yes we gähn (Sí, nosotros bostezamos). Así rezaba el titular que el diario sensacionalista «Bild» eligió para resumir el cara al cara que hace dos semanas protagonizaron la canciller demócratacristiana, Angela Merkel (CDU) y su rival socialdemócrata, el vicecanciller Frank-Walter Steinmeier (SPD), que aún ejerce el cargo de ministro de exteriores. El «duelo» fue tan aburrido que parecía más una conversación entre un matrimonio que lleva ya mucho tiempo casado que un punto culminante de la campaña electoral.
Una campaña que ha mantenido en todo momento el efecto sedante, porque incluso los carteles y eslóganes expedían cierto aire a Válium político. El lema más combativo ha sido, con todo, el la propia de Merkel: «Nosotros tenemos el poder», que no es otra cosa que la versión alemana del título de la canción anglosajona We have the power.
Si los alemanes tuvieran el poder de elegir directamente quien ocupará la jefatura de gobierno, entonces la canciller ganaría por amplia goleada, ya que obtendría 54 puntos frente a los 24 de su competidor. Pero en Alemania es el Parlamento el que decide sobre la composición del futuro gobierno y ésta dependerá de los mandatos adicionales. Estos últimos se producen si, mediante el primer voto, un partido logra más candidatos directos que los escaños que le corresponden según la lista de cada estado federal y que son distribuidos mediante el segundo voto. La práctica es anticonstitucional pero la Corte Constitucional Federal ha dado tiempo a la clase política hasta el año 2010 para cambiar la ley electoral. Merkel se ha tomado el plazo que los máximos jueces le han concedido porque la práctica anticonstitucional le favorece, ya que gracias al clima político podría obtener más mandatos adicionales que el socialdemócrata SPD.
La razón es bastante simple: los sondeos auguran una participación inferior a la de 2005, con una previsión de abstención superior al 23%. Por lo general, el electorado de la CDU suele acudir a las urnas mientras que el del SPD se queda en casa.
Según la última encuesta, realizada el pasado 21 de septiembre, Merkel recibiría el 35% de los votos y repetiría así el resultado de hace cuatro años. Steinmeier lograría sólo el 24%, lo que supondría la friolera de diez puntos menos que en 2005. Como tercera fuerza, las encuestas aupan al partido liberal (FDP) con 13 puntos, al socialista Die Linke con 11,5 puntos y como últimos a los Verdes con 11 puntos.
El plan A de Merkel es formar un bipartito con el FDP de Guido Westerwelle. El de Steinmeier, reeditar la coalición del 98 con los Verdes. Lo último es irreal, lo primero posible. Todas las demás combinaciones de tripartitos no van a poder llevarse a la práctica porque alguno de los partidos las ha excluido con antelación. El pasado domingo, los Verdes dijeron no a una alianza con la CDU y el FDP, mientras que los liberales rechazaron ese mismo día un tripartito con los ecologistas y con el SPD. Los socialdemócratas a su vez no quieren gobernar con Die Linke a nivel federal.
El plan B de Merkel y de Steinmeier es seguir con la Gran Coalición. Al final, de la mano de la pecularidad del sistema electoral, será el número de diputados y no el porcentaje de los votos obtenidos el que decidirá sobre el socio de la presidenta de la democristiana CDU.
Presencia policial
Las elecciones alemanas se celebran en un clima de calma. No hay convulsión interna pero sí fuertes medidas de seguridad. En todos los puntos neurálgicos se ha reforzado la presencia de las Fuerzas de Seguridad del Estado. Esto se debe a que la rama alemana de Al Qaeda ha difundido unos vídeos con motivo de las elecciones generales en los que alerta sobre posibles atentados si Berlín no retira sus 4.200 soldados de Afganistán.
Dado que Alemania no ha vivido ataques «islamistas» como Londres o Madrid, la amenaza parece virtual aunque los servicios de seguridad insisten en lo contrario. El tema ha adquirido importancia porque Washington avisó el pasado jueves a los estadounidenses para que tomen medidas de precaución en sus viajes a Alemania. El viernes, los medios de comunicación alemanes informaron de que el Ejecutivo de Merkel tiene pensado dar competencias policiales al servicio secreto interior después de haber ganado las elecciones.
Liberales de otra época
En otra época el ciudadano alemán podría haber evitado esta eventualidad votando al FDP. Durante la década de los 80 y 90, cuando los liberales eran los socios minoritarios del canciller Helmut Kohl, impedían la implementación de este tipo de medidas porque contaban con un fuerte sector que defendía las libertades civiles.
No obstante, estos políticos han pasado al retiro. La generación encabezada por Westerwelle la componen los yuppies que profesan el neoliberalismo puro y duro. Para ello no dudan incluso en recurrir a métodos ilegales como muestra su apoyo material, político e intelectual a los golpistas hondureños antes, durante y después del golpe de Estado del pasado 28 de junio.
El FDP reúne a aquel sector de los empresarios medianos y pequeños y sus respectivos empleados de cuello blanco que se consideran «olvidados» por la CDU porque el partido de Merkel ayudó a la gran industria y a la banca con créditos multimillonarios, pero no a ellos.
Que la canciller opte por un bipartito con el FDP se explica, entre otras cosas, por el reparto de poder en la segunda cámara, el Bundesrat. En el Consejo Federal, que representa a los 16 länder, CDU y FDP podrían reunir dentro de pocas semanas los votos necesarios para obtener la mayoría absoluta de 35 votos.
Hoy se celebrarán también comicios regionales en Brandenburgo y en Schleswig-Holstein. En este último land se espera una victoria de la CDU que, aun de no lograr la mayoría absoluta, gobernaría con el FDP. En Brandenburgo está en juego la coalición entre el SPD y la CDU.
Si Merkel logra también la mayoría de votos en la cámara baja, entonces, por un lado, podría agilizar el proceso legislativo. Por el otro, y de cara a la política exterior, dispondría de un socio liberal que es por lo menos tan amigo de EEUU como ella misma.
Lo máximo a lo que puede aspirar el SPD es a continuar en la Gran Coalición. Es una ilusión pensar que podría recuperar el 34% de 2005. Por lo tanto, cada punto por debajo de esta cifra será un varapalo.
De hecho. el partido de Steinmeier se encuentra entre la espada y la pared. Si continúa en el poder, pondrá a disposición los restos de sus valores socialdemócratas, para beneficio de Die Linke. Si pasa a la oposición, tendrá que definirse políticamente entre la política neoliberal que inició en 1998 cuando Gerhard Schröder salió elegido canciller y las posiciones del partido socialista a su izquierda.
A Merkel podría interesarle sólo la colaboración con el SPD si el futuro económico del país fuese tan negativo que lo necesitara como bombero para mantener bajo control a los sindicatos. En el caso de que el SPD lograse sólo 26 o menos puntos, habría dejado de ser un partido de masas, convirtiéndose en una formación clientelista de los funcionarios, entre ellos los profesores, que deben sus respectivos puestos de trabajo al carnet de este partido.
El reto de La Izquierda
Die Linke luchará hoy por su posición entre los tres partidos minoritarios. En primer lugar, sería importante alcanzar el listón de los 10 puntos, dos más que hace cuatro años, y en segundo término, situarse por delante de los Verdes.
La izquierda aspira a pescar en el caladero electoral socialdemócrata, lo que podría auparle a empatar con los liberales.
Un buen resultado serviría de esperanza para aquellos estados europeos en los que la izquierda ha desaparecido casi como fuerza política en los parlamentos.
Todo ello en espera de que esta formación termine de definir su carácter, más en la línea de un partido socialista o apuntalando su condición de partido institucional -para algunos, escorándose a la socialdemocracia-. Dado que el proceso de cohesión interna de Die Linke aún no ha terminado, quizás no sería lo más oportuno que tuviera que rivalizar con los socialdemócratas desde los bancos de la oposición. El partido de Oskar Lafontaine, a la sazón ex presidente del SPD, pesca en el mismo pozo que el de Steinmeier. y el co-presidente del Linke no ha abandonado oficialmente su proyecto personal de fusionar el SPD con la fuerza política que ahora dirige.
La parodia de los Verdes
Los Verdes ya se han convertido en la representación de aquella parte del funcionariado alemán y de las profesiones libres que no se ve representada por la CDU, el SPD, el FDP o Die Linke.
Ya son historia aquellos tiempos en que los Verdes eran voz y voto de los movimientos ecologista y pacifista. Si esa formación logra situarse como primera o segunda fuerza entre los tres grupos minoritarios, entonces aumentará su valor político como socio de un futuro gobierno con la CDU, algo que ya existe a nivel regional en Hamburgo. En adelante, sus estrategas tendrían que pensar también en cómo vender a la vez su oferta para participar en dos tripartitos, con la derecha y los liberales por un lado, o con el SPD y Die Linke por otro.
Sea como fuere, si los Verdes no recuperan su valores iniciales, su desaparición del mapa político - a nivel federal- podría ser cuestión de dos legislaturas porque se ha convertido en un mero productor de mayorías pero no en una fuerza política que tienda a solucionar problemas claves como la contaminación o la utilización de la guerra como instrumento político.
Si la fuerza, que Merkel dice tener, le acompaña -y también al FDP-, Alemania girará a la derecha, siguiendo el rumbo que la UE marcó en las elecciones de junio. Eso significaría una agudización de la conflictividad social, siempre que la situación económica no mejore, y la implantación de un Estado aún más fuerte y beligerante tanto en el interior del país como en la arena internacional.
El Consejo Federal es la expresión del federalismo alemán. El Bundesrat es la institución que da a los 16 länder el derecho y la posibilidad de participar tanto en la política federal como en la gestión del Estado y en la de la Unión Europea. La mayoría absoluta es de 35 votos. Este gremio aprueba entre otras cosas los proyectos de leyes que ya han pasado por el Parlamento. En vísperas de las elecciones generales de hoy, que no afectan directamente a la composición del Bundesrat, existe ya una mayoría de votos de la derecha frente a la del aún bipartito de la canciller Angela Merkel, formado por la CDU y el SPD. Dado que la jefa de Gobierno aboga por una futura coalición con los liberales (FDP) el reparto de poder es éste: 29 para CDU-FDP frente a 19 del SPD. A los 29 habría que sumar los cuatro que aportará el bipartito con el FDP de Sajonia más los otros cuatros de otra coalición en Schleswig-Holstein. Entonces Merkel contaría ya con 37 votos que complementarían su anhelada mayoría absoluta en el Bundestag. I. NIEBEL