La revolución no será televisada
Ines INTXAUSTI
Crítica de televisión
El título de esta columnilla es el de un libro escrito por el escritor y director de cine Rod Stoneman, una especie de picapriedra irlandés de Galway. En él, Stoneman analiza las espúreas relaciones entre el mundo de la política y los medios de comunicación con un único y carismático protagonista: Hugo Chávez. El líder venezolano ha embelesado a una muy heterogénea población intelectual internacional que reivindica la revolución como indicador circular del paso del tiempo. También a otro Stone, esta vez a secas, Oliver, se le ha visto perder la razón tras el aromático y revolucionario halo seductor que a su paso desprende Chávez. Está claro, pues, que para ser chavista has de ser como mínimo de piedra. Y todavía más claro (si cabe o si entra) que no todo el mundo lo es.
Zapatero no es de piedra, sino de paja. Berlusconi es de polvo y es de paja. Sarkozy es de guardapolvo de Armani. Y Armaniyehad es de piedra de uranio enriquecido y petróleo en lata. Este último es el único responsable de que la proposición que titula este artículo sea posible. Si quiere, la revolución podrá ser televisada y, además, en directo. Y con publicidad norcoreana.
Pero ese evento requerirá otro tipo de audiencia. Un nuevo espectador: alguien que jamás haya oído hablar de Belén Esteban. Que ni siquiera pueda imaginar que haya existido alguien como ella. Un ser que vivía dentro de la pantalla con otros seres de su misma especie. Juntos comían, lloraban, vomitaban y defecaban sin salir del aparato mientras otras especies en extinción reían sus gracietas fuera de él. La revolución será televisada el día que muera Pipí Esnada y, Ana Sosa Quintana tenga un orgasmo en directo. Pero ese día está lejos de Tele5 y muy cerca de otros canales.
Solamente nos queda la esperanza de que estos últimos se percaten de ello. Que despierten de la hipnosis narcoléptica en la que viven sumidos. La mayoría de ellos duerme por miedo. Temen que cuando suene el despertador de la verdad sea el rostro de María Patiño quien desvele sus sueños. Y les entiendo.