El Weserstadion no ofreció respuesta a ninguna de las incógnitas con las que había llegado el Athletic a Alemania. Las posibilidades europeas del Athletic siguen en el aire -aunque el empate entre Austria y Nacional no viene nada mal- tras la derrota en Bremen y lo mismo sucede con las expectativas respecto al futuro inmediato del equipo.

Y es que las dos caras que han ofrecido los rojiblancos en las últimas semanas se alternaron ayer en apenas noventa minutos, aunque en orden inverso: invitó al pesimismo la primera mitad, no sólo por el resultado, e invitó a la ilusión la segunda. El Athletic, de hecho, opositó a la remontada tras el descanso, pero como los refranes distan de ser verdades irrefutables, el tardío despertar de los bilbainos valió tanto, en lo que respecta al marcador, como si nunca hubiera llegado. Incluso el tanto que metía de nuevo al Athletic en el choque llegó con el tiempo reglamentario ya cumplido, convirtiendo incluso en anécdota -a no ser que el golaverage acabe contando para la liguilla- el posterior y definitivo gol local.

Lamentablemente, tuvo bastante más peso lo sucedido en la primera parte, en la que los rojiblancos desaparecieron como un azucarillo en un vaso de agua. Y lo que es peor, ni siquiera quedaron claras sus intenciones. La presencia de Carlos Gurpegi, en detrimento de David López, invitaba a pensar en un Athletic más rocoso y preocupado por proteger a Gorka Iraizoz. No lo consiguió.

Pero tampoco fue el equipo valiente del que hablaba su técnico la víspera. Hubo que esperar veinte minutos para la primera llegada al área de Wiese, con una falta de Yeste que el guardameta despejó junto a la cabeza de LLorente. Para entonces, los locales ya marchaban por delante, gracias a una volea de Hunt en un despiste de la zaga. Pese a su escasa consistencia, el equipo bilbaino pudo igualar la contienda en un par de ocasiones antes del descanso. Yeste rozó el gol olímpico primero y Toquero desperdició después la ocasión más clara del encuentro, después de que LLorente le sirviese un balón al punto de penalti.

La respuesta llegó en forma de gol. Moviendo el balón con demasiada facilidad, Marin y Pizarro tocaron para que Naldo -central con números de delantero centro- anotase un 2-0 que, visto lo visto, parecía definitivo.

La reacción

Y a la postre lo fue, aunque el partido cambió por completo en el segundo tiempo. La charla de Joaquín Caparrós en el vestuario se notó en el ánimo, y la entrada de David López e Iker Muniain en el césped, hizo lo propio con el juego del equipo.

En lugar de esperar, el Athletic empezó a buscar. Y lo hizo moviendo el balón por bajo, buscando las bandas y enredando a un rival que se sintió mucho más incómodo que con los infructuosos balones largos del primer tiempo.

Aunque hubo tiempo para algún susto en el área visitante, fue Wiese el que chupó cámara en el segundo tiempo, aunque si algo les faltó a los rojiblancos fue, precisamente, culminar sus acercamientos. Las cosas parecieron cambiar definitivamente cuando Niemeyer veía dos amarillas -con suspense incluído a cargo del pésimo árbitro que ayer les tocó en suerte a los vizcainos- casi consecutivas, en los apenas cuatro minutos que permaneció en el césped, por sendas feas entradas a Castillo y Muniain.

Pero, aún así, el Athletic necesitó otra media hora para, ya con el noventa cumplido, recortar distancias con un buen gol de LLorente. El cronómetro y, definitivamente, el penalti de Amorebieta transformado por Frings, le cortaron las alas.

Ahora toca saber, siempre las incógnitas, qué pesará más en la próxima cita del equipo: las tres derrotas consecutivas que acumula o el buen rendimiento que ofreció ayer, aunque sólo fuera durante 45 minutos, en Bremen.