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Maite SOROA

Ni ideas ni ironía

Cuando a la debilidad argumental se le suma la ironía sin fuste, resulta un bodrio que sólo sirve para distinguir a los necios. Observen a cuantos lean la columna de ayer de Isabel San Sebastián en «El Mundo». Los que sonrían son más simples que el mecanismo de un sonajero. Créanme.

Confesaba Isabel «haberme regocijado en lo más íntimo al oír a Josu Erkoreka pedir a la ministra de Defensa que embarque a infantes de marina, a infantes de marina españoles, en cada pesquero con base en el País Vasco que faene en las costas de Somalia. ¡Por fin sale a relucir el espíritu de Elcano que alienta en lo más hondo del pueblo de mis ancestros! ¡Vuelven a ser patriotas, patriotas españoles, los hijos de esos marinos que capitanearon con orgullo las flotas de Castilla y de España!». También podían embarcar unos toreros y unas tonadilleras.

Y sigue con pretendida ironía: «Ahora que recuerdo, el Playa de Bakio, ese otro barco apresado hace unos meses por piratas somalíes, no izaba en el momento de ser secuestrado más pabellón que la ikurriña, incumpliendo con ello no sólo la legalidad vigente en materia de navegación, sino las más elementales normas de seguridad en la mar. Porque esa bandera, a efectos internacionales, vale tanto como la calavera y las tibias de Garfio». Recordemos que con el pabellón rojigualdo saquearon media América.

Y para el final deja lo más granado de entre sus débiles ideas: «Ese mismo PNV, cuyo portavoz en el Congreso de los Diputados reclama ahora la protección de las Fuerzas Armadas Españolas, protestaba recientemente ante la misma Carmen Chacón porque un destacamento de soldados españoles hubiese colocado una bandera de España en lo alto del Monte Gorbea, que ellos consideran propiedad privada. Su máximo líder, Iñigo Urkullu, se despachaba a gusto con ocasión de la última Eurocopa, manifestando sin tapujos que, en ausencia de un equipo de Euskadi, él anhelaba una victoria de los rusos que dejara en la cuneta a la selección española. Por no mencionar el famoso blindaje del concierto y del cupo, a través del cual, apelando a presuntos derechos medievales, pretenden inhibirse de una vez por todas de contribuir a la caja común, acogiéndose al principio de `yo lo recaudo, yo me lo quedo... y los demás, que arreen'». Pues, en lo de Rusia, coincido con Urkullu.

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