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CRÓNICA I Exposición en Iruñea

La Guardia Civil monta su museo de los horrores en la Ciudadela

Por primera vez, los guardias civiles salieron ayer de sus cuarteles de la Avenida de Galicia para honrar a la Virgen del Pilar. El cuerpo policial, en su intento de acercarse al pueblo de Nafarroa, no se olvidó de homenajear a la División Azul.

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Aritz INTXUSTA I

Iruñea, que recibe este domingo la visita de la Falange Española, vivió ayer otro acto, una exhibición de la Guardia Civil, que podría suscribir el mismo lema que la concentración falangista: «Por la unidad Nacional, Navarra, por España». Lo cierto es que, más que acercar, la exhibición espantaba. A pesar de que por una vez los guardias civiles se esforzaban por sonreír tras sus gafas negras, la gran mayoría de los que cruzaron ayer por la tarde la Ciudadela de Iruñea, lo hicieron por el punto más alejado de la exposición. Eso sí, mirando de reojo y con recelo qué es lo que hacían allá tantos coches de patrulla y tantos guardias civiles de uniforme.

En total, una treintena de personas pululaba por la exposición, incluidos los agentes de paisano para hacer bulto, fotógrafos y periodistas. Los policías se desvivían por parecer amables, en particular con los niños. Les montaban en las motos de los agentes de tráfico, le daban a la sirena y, en lugar de piruletas, los agasajaban con pegatinas y bolígrafos rojigualdos.

De los cinco o seis stands, había dos que daban particularmente miedo. El primero, el del armamento, compuesto por fusiles, subfusiles, y rifles de precisión que los agentes no dudaban en prestar a los curiosos.

La otra mesa que impresionaba era el de los antidisturbios. Distintas bocachas, con sus correspondientes pelotas de goma, pero también cizallas y martillos para soltar encadenados y las enormes porras, cascos y escudos. Por endulzarlo un poco, colocaron a una agente rubia para mostrar los juguetes de los antidisturbios.

Completaba la muestra una exhibición de perros adiestrados: detección de explosivos y lecciones de orden. Finalmente, quedó un tanto deslucida ya que el anunciado perro especialista en detección de drogas se encontraba de patrulla.

Tricornios y cascos

El verdadero museo de los horrores se encontraba a cubierto, en una de las salas de exposiciones de la Ciudadela. Allí se había colocado una exposición de emblemas, distinciones y sombreros de la Guardia Civil en distintas etapas de su historia. Se trata de la colección personal de un guardia civil destinado en Arguedas. Entre las piezas, por supuesto, relucían distintos símbolos franquistas.

Había tricornios de gala, boinas, banderines... Un altísimo guardia civil daba las explicaciones. Era el único, además del Papa en una fotografía, que llevaba tricornio de los más de 20 agentes que se encontraban en la exposición.

La última parte de la muestra no daba lugar a engaño. La Guardia Civil está orgullosa de lo que hoy es, pero también de todo lo que ha sido y representa. Remataban la exposición unas fotografías de La Calavera, una división de guardias civiles que se convirtieron en «héroes» del bando nacional durante la Guerra Civil. Luchaban en Teruel, y se enfrentaron en una sangrienta campaña contra los republicanos de Tarragona, Castellón, Valencia, Cuenca y Guadalajara. Tan brutales fueron sus combates que acabaron por adoptar por emblema una calavera sobre fondo negro.

Tras las fotografías de los hombres de la calavera, y junto a una mesa de canapés y zumos, se encontraba una sección dedicada a la División Azul. En los carteles explicativos, únicamente se apuntaba que se hablaba de guardias civiles que se habían sumado al bando alemán durante la guerra. Siempre eludiendo pronunciar la palabra nazi. Pero el intento de omisión daba más bien poco resultado. Una de las vitrinas estaba presidida por un casco con dos emblemas: la bandera española y un águila imperial con la cruz gamada entre sus garras.

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