Marcar las diferencias con el anterior inquilino en Ajuria Enea y dejar patente el cambio de rumbo operado en el Gobierno de Lakua se ha convertido en una obsesión para Patxi López y su Gabinete. Así, Rodolfo Ares acudía ayer en representación del Ejecutivo de Lakua al desfile de las Fuerzas Armadas españolas en Madrid con motivo del «Día de la Hispanidad». Cuidada elección la del consejero de Interior, el jefe de la Policía autonómica, para presenciar y legitimar la rancia parada militar que cada año adorna esta jornada de exaltación patria y festejo cuartelero.

Como no quedaba claro, Ares tuvo que explicar que acudió a la capital española en representación «del Gobierno Vasco y, por tanto, del conjunto de la sociedad vasca», y que su presencia fue «un acto de normalidad democrática de un Gobierno autonómico que surge del Estatuto, un Estatuto que está enmarcado en la Constitución». Ni lo uno, ni lo otro. El actual Ejecutivo de Lakua es el fruto no de la voluntad de los ciudadanos de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa, sino de la ingeniería político-judicial de la Ley de Partidos. Y, conviene recordarlo, la Constitución española nunca fue aceptada por los vascos en las urnas. Muy al contrario.

Mientras Ares viajaba a Madrid para rendir la debida pleitesía a los estamentos más retrógrados del Reino español, en las calles de Euskal Herria millares de personas se manifestaban contra el fascismo, el de ayer y el de hoy, el que sembró las cunetas de cadáveres y el que secuestra, amenaza y hace desaparecer a ciudadanos vascos. Además, miles de estudiantes acudían a sus centros educativos, sellando así su insumisión a un día festivo que no reconocen como tal. Y en el ámbito laboral, numerosas concentraciones convocadas por LAB ponían voz a otra reivindicación: la del derecho soberano de los trabajadores a decidir su propio calendario. Ése y no otro fue el paisaje humano ayer en una Euskal Herria que se niega a acatar una fiesta impuesta.