Raimundo Fitero
Que la chupen
No se admiten críticas. Este cartel está colgado en numerosos lugares públicos, desde las finanzas al deporte, pasando por todas las artes y ciencias. En política hay ejércitos preparados con las más finas técnicas para acabar con la crítica. Ejercer la crítica regularmente es una profesión de riesgo. Si aplaudes incondicionalmente, si adulas de manera empalagosa, puedes ser un crítico iluminado, genial. Pero el día que opinas de manera crítica, coherente, de acuerdo con tus criterios, entonces eres un despechado, actúas por envidia, con desconocimiento o por intereses ocultos e inconfesables. Pasas a formar parte de los prescindibles o «eliminables». Y te mandan a chuparla, o a mamarla a Parla, que diría un castizo.
Diego Armando Maradona ha sacado su parte más reprobable, la del acosado vengativo, el que utiliza su poder mediático, sus circunstancias temporalmente favorables por la clasificación del seleccionado argentino para disputar la fase final del Mundial de Suráfrica, para desdibujarse todavía más y lanzar un «que la chupen, que la sigan chupando» dirigido a la prensa futbolística, o mejor dicho a los que opinan en esa prensa sobre las maneras, formas, estrategias y tácticas empleadas por el Maradona entrenador con sus seleccionados. Críticas que han alanzado una difusión planetaria, que han cuestionado todo lo hecho, las decisiones supuestamente erróneas tanto en la formación de los equipos como en los cambios, la calidad del juego mostrado, de tal manera que parece que se ha producido una exposición controlada. Una vez clasificados, ¿quién se atreve ahora a destituir a Dios?
Quizás no se pueda entender sin más el valor social, la función de cohesión o de pegamento social que tiene el fútbol en Argentina, y su selección es parte esencial de esa pasión y Diego es una suerte de metáfora de lo mejor y lo peor de ese gran pueblo. Por lo tanto el mal genio, su grosería frente a la crítica, abre un debate nacional, y todos van a tener que definir su postura. Que la chupen, si les apetece, pero que no se amedrenten por ser señalados por el dedo de Dios. Eso sería nefasto. Lo otro forma parte del espectáculo.