El Parlamento de los tabúes
Ramón SOLA
A debates de política general como éste se les achaca habitualmente que están muy alejados de la realidad. Pero el caso navarro rompe posiblemente todas las marcas conocidas. En siete horas y media de discursos, nadie tuvo tiempo ni ganas ayer para hablar de las detenciones que han marcado el mapa político esta semana. Tampoco hubo un segundo para las denuncias de secuestros parapoliciales de ciudadanos navarros como Dani Saralegi o Alain Berastegi. La ilegalización de un amplio sector de la población navarra -tercera fuerza históricamente y también en las recientes europeas- es otro tabú. Ya hace tiempo que no se recuerda siquiera que el Amejoramiento nunca se ha votado, como si un pucherazo de tal calibre hubiera prescrito con el tiempo. Y se podría seguir por otros derroteros muy diferentes. Sanz se volvió a ir de rositas del Parlamento sin explicar cuánto le va a costar a la ciudadanía navarra adelantar el dinero del TAV. La violencia machista ha debido pasar de moda en la agenda política, pese a los casos más que espeluznantes de este año. Los crecientes ataques fascistas contra la memoria histórica han desaparecido en combate. Los tabúes son tantos y tan profundos que ayer Sanz censuró a Ion Erro (IUN) que hablara de «víctimas de la crisis», argumentando que con ello estaba menoscabando a otras víctimas mucho más renombradas. Increíble, pero cierto.
El Parlamento navarro cerró hace tiempo sus puertas a la realidad, y su papel no deja de menguar. Tras el discurso inicial de Sanz, fueron varios los portavoces que destacaron que había habido muchos vacíos, pero luego nadie los rellenó. El propio Sanz es el primero que demuestra aburrirse como una ostra en un parlamento trucado primero por la exclusión de la izquierda abertzale y entregado luego en bandeja por el PSN. Es el Parlamento de los tabúes y los no-debates, así que no extraña que más de uno ya sueñe con adelantar las elecciones y tirar así cuatro años más.